Columnas / Política

El cuerpo diplomático salvadoreño está enfermo de paranoia

La paranoia ha transformado al cuerpo diplomático, que debería de ser representante de los intereses del país en el exterior, en simples sirvientes de los designios caprichosos del presidente.
El Faro
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Martes, 14 de febrero de 2023
Ricardo Valencia

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El miedo a ser espiados se ha convertido en el instrumento principal de control que el gobierno de Bukele ejerce sobre sus propios empleados. Desde que Apple envió alertas a los usuarios de iPhone sobre la utilización de spyware patrocinado por el Estado en sus dispositivos, la paranoia ha transformado al cuerpo diplomático, que debería de ser representante de los intereses del país en el exterior, en simples sirvientes de los designios caprichosos del presidente, sus hermanos y una red de funcionarios de Casa Presidencial.

“Una vez una alta funcionaria de Cancillería, a mediados de 2022, nos dijo a un grupo de embajadores salvadoreños en el exterior que ella sabía todo lo que decíamos', me reveló una fuente. Otro empleado me aseguró que desde Casa Presidencial se les había informado vía Whatsapp que se monitoreaban sus redes sociales para medir su lealtad a Bukele. Un tercer alto funcionario en la esfera de Casa Presidencial me aseguró que él cree que su teléfono ha sido intervenido, ya que otro funcionario cercano al presidente le comentó de sobre información personal que solo él sabía. Esto coincide con alertas sobre posible hackeo de teléfonos a través del software de espionaje que Apple le envió a tres diputados oficialistas a finales de 2021 y que intentaron usar como una manera de desestimar que el gobierno salvadoreño estuviera detrás de ese espionaje.

La paranoia inducida por la élite diplomática de El Salvador utiliza el miedo que críticos del Gobierno y periodistas tienen de ser intervenidos por programas espías. En noviembre de 2021, Apple demandó a NSO Group por generar 'vigilancia sofisticada' contra actores específicos a través de sus aparatos celulares. Meses más tarde, en enero de 2022, en El Salvador se confirmó la infección de los teléfonos de 35 personas, incluidos activistas, periodistas y personas de la sociedad civil, con el software de espionaje Pegasus. Ahora, en febrero de 2023, por primera vez se hizo público que el espionaje también alcanzó a la magistrada Paula Velásquez, de la Corte Suprema de Justicia.

Es claro que el gobierno de Bukele quiere transformar las oficinas gubernamentales en una especie de panóptico. De acuerdo con el académico francés Michel Foucault, la teoría del panóptico entraña la idea de que la sociedad moderna se asemeja a una estructura arquitectónica llamada el panóptico, lo que significa que los que habitan en la cúspide pueden observar a todos, pero nadie los puede observar a ellos. De acuerdo con reportes periodísticos, ese panóptico podría estar espiando hasta 500 personas, entre las cuales también habría personal de la embajada de Estados Unidos y ciudadanos extranjeros en El Salvador. Sin embargo, su poder es más efectivo contra sus mismos empleados, quienes son rehenes de facto de un régimen que desconfía en ellos, pero que al mismo tiempo los utiliza como repetidoras de la propaganda oficialista para apoyar la inconstitucional reelección de Bukele, según me han revelado fuentes dentro de Cancillería.

El panóptico salvadoreño ha llevado a varios diplomáticos a establecer conversaciones extraoficiales con funcionarios de otros países. Buscan ayuda fuera del país y planean su salida del cuerpo diplomático, mientras en público defienden a la administración. Un ex alto funcionario de Bukele me aseguró que aún se comunica con gente en altos niveles del gobierno salvadoreño, pero que estos cambian los chips de sus teléfonos para evitar que sus conversaciones sean intervenidas por la inteligencia salvadoreña. Esta fuente asegura que los altos funcionarios de Bukele le comentan en privado estar en contra de políticas como la prórroga del régimen de excepción, que ya lleva once meses de implementación. La media docena de fuentes que conversaron conmigo coincide que ellos han asumido que al ser parte del gobierno salvadoreño son espiados por el Estado, aunque no saben si los responsables están en Casa Presidencial o son otros operadores de inteligencia.

Lo real es que el panóptico del gobierno de Bukele alimenta una eterna paranoia entre funcionarios salvadoreños que, como respuesta, creen necesario acercase a gobiernos de otros países para pedir ayuda. Al conversar con ellos, es fácil darse cuenta de que algunos preferían ser espiados por la CIA que por el ecosistema de inteligencia del gobierno de Bukele. Al menos con la CIA, intuyo de las conversaciones, la información recolectada no sería usada como prueba ilegítima para despedirlos solo con la sospecha de hablar mal al presidente. El más grande miedo para muchos diplomáticos salvadoreños no es ser espiado por China, Rusia o Estados Unidos, sino caer en las redes electrónicas de un gobierno que han jurado defender. 

*Ricardo J. Valencia es profesor asistente de comunicación de la Universidad Estatal de California, Fullerton. Twitter: @ricardovalp. 

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