Columnas / Política

La fugaz primavera cripto de El Salvador

¿Por qué ha sido tan fugaz la primavera cripto? En primer lugar, porque el mercado cripto salvadoreño ha sido desde el principio una burbuja financiera subsidiada por recursos estatales.
El Faro
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Viernes, 31 de marzo de 2023
Ricardo Valencia

Como todas las revoluciones del presidente Nayib Bukele, la primavera cripto, iniciada en septiembre de 2021 con la adopción del Bitcoin como moneda de curso legal, fue fugaz. Más allá de la caída estrepitosa del valor del activo, un grupo de criptoinversores han armado sus maletas y se han largado de El Salvador –o se plantean hacerlo– probablemente ante la decepción de que el botín lo han acaparado los estadounidenses Stacey Herbert y Max Keiser, quienes desde noviembre de 2022 cuentan con estatus de seudo diplomáticos salvadoreños.

A finales de 2021 y principios de 2022, decenas de criptoinversores llegaron a las costas de El Salvador con la esperanza de encontrar El Dorado, esa ciudad imaginada por los colonizadores españoles que, se creía, estaba construida en oro. En noviembre de 2021, y entrevistado por las mismísima Herbert, Sam Bankman-Fried, CEO y fundador de FTX (quien fue hasta su bancarrota un magnate cripto), asistió vía videollamada a la Conferencia Latinoamericana de Bitcoin y Blockchain celebrada en El Salvador y dijo sentirse emocionado por la adopción del Bitcoin en el país. Cuatros meses más tarde, en marzo de 2022, Chanpeng Zhao (conocido en el argot cripto simplemente como CZ), magnate de Binance, la compañía más grande del mundo en intercambio cripto, se reunió con Bukele en Casa Presidencial y predijo que el país emergería como “una potencia regional”.

Un año después, de esa primavera que duró alrededor de nueve meses, queda muy poco. Bankman-Fried tiene arresto domiciliar por fraude en Estados Unidos, y CZ y su empresa, Binance, han sido acusados por el gobierno de Estados Unidos de violar la ley de ese país en el comercio de criptomonedas. El mundo cripto atraviesa una profunda crisis. 

En esa algarabía de los primeros días de la adopción, algunos de estos criptoevangelistas llegaron, tal vez, no solo atraídos por la promesa de beneficiarse de la adopción, sino con la esperanza de influir directamente en las acciones de Bukele y, sobre todo, de utilizar el generoso fideicomiso Bitcoin con el que el Gobierno se compromete a cambiarles monedas apócrifas por dólares de verdad.

En mayo de 2022, la empresa cripto Astro Babies se asentaba en El Salvador y no escondía sus ambiciosos planes para crecer en la tierra prometida de las criptomonedas. En su cuenta de YouTube, Astro Babies prometía convertir una casa en los suburbios de El Salvador en un casino cripto. La empresa especializada en NFT (un token electrónico), que promovía el uso de la criptomoneda Solana, aseguraba que instalaría en El Salvador el primer casino cripto. No solo sería un casino virtual como los muchos que existen, sino que tendría una sede física en El Salvador, para que los entusiastas de las criptomonedas pudieran reunirse y apostar en persona. La empresa estaba lista para firmar un acuerdo con el Ministerio de Hacienda para lanzar un token que le ayudaría al Gobierno de recolectar dinero en junio de 2022, pero una semana más tarde los representantes anunciaron que pondrían en pausa el plan.

A menos de un año de ese suceso, Astro Babies decidió dejar El Salvador. Por medio de un correo electrónico, la empresa Astro Babies me aseguró que sus negocios funcionaban fuera del país y que operarán un casino virtual, pero que este no estará autorizado a funcionar desde El Salvador. Similar ocurrió con la denominada Casa del Bitcoin, manejada por la empresa Paxful, que en enero de 2023 desistió de su objetivo de “educar” a los salvadoreños en el uso de la criptomoneda y decidió abandonar el país.

¿Por qué ha sido tan fugaz la primavera cripto? En primer lugar, porque el mercado cripto salvadoreño ha sido desde el principio una burbuja financiera subsidiada por recursos estatales. El Gobierno infló esta burbuja a través de la billetera electrónica Chivo y con las supuestas compras de Bitcoin usando dinero público. Tras esos esfuerzos que drenaron las arcas públicas, la administración de Bukele aparentemente cerró el grifo financiero y se centró en su relación con Bitfinex y en mantener con vida a Chivo. Bitfinex tiene una gigantesca influencia en Bukele a través de Keiser y Herbert.

Para los que fueron atraídos por los cantos de sirena de Bukele, Keiser y Herbert son obstáculos infranqueables para acceder a los recursos estatales que son los más apetecidos. En conversaciones con fuentes cercanas al tema se desliza una queja en común: la posibilidad de entrar al “ecosistema” cripto se topa con Keiser y Herbert, los inversionistas de Bitfinex. Los esposos tienen el poder suficiente para sugerirle al presidente a quién abrirle o no la puerta a la dimensión cripto.

Con la hegemonía de Bitfinex quedaron fuera de la burbuja los que se aventuraron a las costas salvadoreñas con la promesa de dinero rápido e influencia. También han quedado fuera los que han tratado de competir contra Chivo, que sigue siendo un experimento estatal con muchos problemas. Cuando la burbuja reventó, la profunda realidad de la economía salvadoreña emergió: un país que es el que crece menos en Centroamérica, una economía que depende de las remesas, una nación que atrae menos inversión extranjera que Nicaragua y un país con dificultades para crear una industria de la minería cripto. A un año y medio del inicio de la primavera cripto, El Salvador sigue siendo la misma nación pobre y precaria que Bukele ha intentado ocultar con el régimen de excepción y burda propaganda.

*Ricardo J. Valencia es profesor asistente de comunicación de la Universidad Estatal de California, Fullerton. Twitter: @ricardovalp. 

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