Dulce Guzmán asumió el cargo de directora ejecutiva de Alianza Américas hace pocas semanas. A sus 30 años, releva al salvadoreño Óscar Chacón, quien lideró Alianza Américas, una red de decenas de organizaciones de defensa de los derechos de inmigrantes en Estados Unidos, durante dos décadas.
Es un momento crucial para asumir un puesto de liderazgo nacional en la defensa de los derechos de inmigrantes. Alianza Américas, como el resto del país —y hasta cierto punto, el mundo—, está ya asimilando los posibles escenarios de dos resultados muy distintos: o asume la primera mujer presidenta de los Estados Unidos o regresa Donald Trump para un segundo período en la Casa Blanca. En caso de que gane el candidato republicano, “ya estamos pensando en cómo nos asociaremos con iglesias u otros espacios seguros para proteger literalmente a las personas que serán blanco de estas deportaciones masivas”.
Guzmán entiende de primera mano que el bienestar de las comunidades centroamericanas y latinas en Estados Unidos va más allá del voto presidencial cada cuatro años: es beneficiaria del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), un grupo de residentes conocidos como “Dreamers”, que llegaron a Estados Unidos antes de 2012 teniendo menos de 16 años de edad. DACA los protege de la deportación y les da permiso para trabajar. El programa beneficia hoy a medio millón de personas, en su gran mayoría de México. Pero los siguientes tres países en la lista son centroamericanos: El Salvador, Guatemala y Honduras. La primera administración de Trump trató de desmantelar DACA, al igual que el programa humanitario TPS. Ahora el futuro de los Dreamers ha vuelto no a las urnas, sino a las cortes federales.
Para Guzmán (Ixtapan de la Sal, México, 1994) se asoma una nueva batalla después del 5 de noviembre: “Con la actual composición de la Corte Suprema, es muy probable que el programa (DACA) sea completamente cancelado”, admite. Pero eso no parece intimidarla. Empezó en Alianza Américas como pasante y creció hasta asumir como directora. ¿Un segundo round con Trump? “Será muy difícil, pero ya lo vivimos una vez y podemos hacerlo de nuevo”.
Al anunciar su nuevo cargo, Alianza Américas declaró que Guzmán traería “energía renovada” e “instalaría un sentido de esperanza y optimismo mientras continuamos abogando por los derechos y la dignidad de las comunidades inmigrantes”. “Estados Unidos tiene una de las tasas de desigualdad de riqueza más altas entre países similares”, dice. En los debates sobre inmigración “nos culpamos unos a otros por lo que no tenemos cuando, en realidad, un pequeño grupo de personas está acaparando recursos que podrían ayudar a abordar algunos de estos problemas, como la falta de vivienda”.
Alianza Américas ha hablado de “pasar la antorcha” a líderes que han madurado políticamente en el seno de la coalición. Parece que también están enviando un mensaje político al ponerle a usted personalmente al frente.
Todo lo que acaba de decir es correcto. Para muchas personas como yo, que fuimos traídas aquí desde niñas o incluso aquellos que nacieron aquí como hijos de inmigrantes, ha habido un esfuerzo por obligarnos a que nos asimilemos a la sociedad estadounidense, la cultura, las normas y los ideales de Estados Unidos. Algunos han olvidado de dónde venimos y cómo eso influye en la forma en que se nos percibe. Desde 2008, la creciente retórica antiinmigrante ha hecho que las personas se cuestionen a sí mismas como inmigrantes. Yo me preguntaba, ¿hice algo mal? ¿Mis padres hicieron algo mal? Tardé mucho en investigar, aprender y hacer preguntas para entender de dónde provenía este miedo y odio.
Encontrar Alianza Américas me permitió entender un poco más de mi historia, mis raíces, y sentirme orgullosa de quién soy hoy. Con la inmigración siendo nuevamente un tema tan delicado en esta elección, trae algo de ansiedad. Trae algo de enojo. Otra vez estamos aquí. Pero también nos obliga a pensar en cómo podemos compartir nuestras historias e integrar a las generaciones más jóvenes a este movimiento.
Ese sentimiento se ve reflejado en la campaña. Ambos partidos se han movido hacia la derecha en temas de inmigración. Políticamente hablando, ¿dónde están los centroamericanos y otras comunidades latinas con estatus migratorios mixtos?
Los que tenemos un estatus como el mío, o no tienen estatus, estamos tratando de mostrar que estamos aquí y que contribuimos a nuestras comunidades; no solo económicamente, sino también cultural y socialmente. Muchos sienten que les están mostrando la puerta. A inicios de la administración Biden el país enfrentaba una escasez de mano de obra. Resulta desconcertante ver esto cuando, como inmigrante, estás buscando trabajo. También hay más ansiedad sobre qué tan públicos ser con respecto a nuestros estatus migratorios personales. Pero estamos viendo conversaciones sobre qué realmente está causando tanto miedo y odio. Si nos hacemos esa pregunta, realmente nos acercamos a las grandes desigualdades raciales y económicas han afectado a las comunidades aquí en Estados Unidos.
Usted está en la misma posición que millones de personas en Estados Unidos. ¿Cómo has respondido a esas preguntas? ¿Hizo algo malo? ¿Sus padres hicieron algo malo?
Entendí realmente lo que significaba ser indocumentada cuando recién había terminado la escuela secundaria y buscaba oportunidades para seguir estudiando. Luego apareció el programa DACA. Tener ese sentido de protección me dio más confianza para involucrarme más en mi comunidad. A través de ese proceso de entender lo que significaba tener este permiso de trabajo y protección contra la deportación, me preguntaba: ¿por qué vinieron mis padres aquí? Hablan tan bien de México que me sentía confundida; México sonaba como un lugar mucho mejor que aquí. ¿Había una mejor forma de hacerlo (migrar)? Traté de escuchar lo que decían las personas del otro lado, pero descubrí que realmente no había una explicación para el odio hacia personas como mi familia y yo. También descubrí que no había otras opciones para que mis padres pudieran venir aquí de manera regulada.
Entender que realmente no había opción, y que la forma en que se ha creado el sistema simplemente nos ha fallado, me hizo sentir más segura para intentar encontrar una comunidad local educada y comprometida. Al crecer en los suburbios, no veía mucho activismo. Siempre escuchabas sobre eso en Chicago, una gran ciudad con mucha gente y recursos. Ser de los suburbios me hizo cuestionar cómo lograr que más personas en estos lugares se sientan empoderadas por su historia y sus voces. Otra gente de mi edad, de segunda o tercera generación, no sienten tanto arraigo hacia su historia migratoria. Oír la retórica antiinmigrante o ver cómo nos retratan hace que quieran distanciarse de esa identidad de migrante. La forma en que Trump habla ahora de los latinoamericanos está haciendo que las personas intenten cambiar su identidad o la forma en que se sienten sobre sí mismos y su comunidad, para encajar en una burbuja, para decir “ese no soy yo”.
Menciona a DACA como una lucha política formativa para usted. Lo ha sido en la última década y media también para el movimiento de defensa de los inmigrantes. La administración Biden ha intentado regular el programa como norma federal, y eso está siendo dirimido en los tribunales. ¿Qué futuro legal tiene este programa?
Independientemente de quién llegue al poder, la realidad es que DACA volverá a la Corte Suprema. Y con su actual composición, es muy probable que el programa sea completamente cancelado. Somos muy conscientes de eso y lo estamos discutiendo activamente con nuestra coalición. Las organizaciones se están preparando para eso.
Bajo Trump, su antecesor Óscar Chacón describió el movimiento por el TPS como uno de resistencia, de aguantar la tormenta hasta que las condiciones políticas mejoraran. ¿Cómo se está preparando para la posibilidad de que Trump regrese al poder?
Estoy totalmente de acuerdo con Óscar en que es un acto de resiliencia. Incluso antes de que Biden deje el cargo, habrá un gran esfuerzo para asegurar una renovación del TPS para El Salvador, ya que el plazo se aproxima. Pero la realidad es que si Trump regresa al poder, el programa estará bajo riesgo. También será más difícil para nosotros usar una estrategia de litigio, ya que la administración ahora tendría más experiencia y habría tenido tiempo para pensar en las vías para ejecutar algunos de sus planes. Eso no significa que no debamos luchar. Estamos hablando con otras organizaciones que hacen más litigio para planificar esa estrategia.
La otra cosa será el poder de la gente. Eso fue lo que nos ayudó a resistir durante la primera administración de Trump. Será un poco más difícil ahora; hay mucha más división en Estados Unidos entre las comunidades. Hay más miedo. Pero nuestras organizaciones están trabajando para que la gente se involucre en esta elección y que sepan que habrá un plan. No todo es pesimismo. Sí, será muy difícil, pero ya lo vivimos una vez y podemos hacerlo de nuevo.
¿Cuál es el sentimiento en las comunidades que representa? ¿Cómo están procesando lo que podría suceder?
Todo este contexto ha afectado su salud mental. Hemos visto algunos ejemplos de lo que la campaña de Trump ha contemplado: deportaciones internas, una mayor represión contra el trabajo no autorizado, cerrar completamente la frontera, cerrar los caminos reales para el asilo, y un ataque en particular al programa de TPS. Ya estamos pensando activamente en cómo apoyaremos económicamente a la comunidad y cómo hacer alianzas con iglesias u otros espacios seguros para proteger a las personas que serán blanco de estas deportaciones masivas.
Independientemente de quién sea electo, hay una gran batalla narrativa para la cual nos hemos estado preparando. Hemos perdido muchas batallas narrativas en los últimos cuatro años. Estamos hablando no solo sobre cómo combatir, sino también contrarrestar estas narrativas.
Suena a que se están preparando para un huracán. ¿Esa es una buena forma de ponerlo?
Estamos pensando en cómo serán las cosas. También hay muchos estados aquí que están dispuestos a desafiar la norma. ¿Qué programas de protección a nivel estatal y local podemos implementar? A veces, se necesita algo realmente grande y malo para empujar a la gente a intentar cosas más innovadoras.
Guatemala recuerda a Kamala Harris por su comentario en 2022 hacia quienes piensan migrar: “No vengan, no vengan”. También ha sido la figura principal de Central America Forward, una iniciativa para atraer inversión privada, y la campaña de Trump ha querido tildarla de “zar de la frontera”. ¿Qué se puede esperar de Harris hacia los países y comunidades centroamericanas si gana?
Sería difícil —aunque quizás no tanto como bajo una administración Trump— conseguir que Harris no sólo extienda las designaciones de TPS, sino también la conceda a países que no la han tenido desde hace mucho tiempo. Harris ha sido muy clara en que su prioridad es la “ley de la frontera” que promovieron este verano, que dificultaría que la gente busque asilo y aumentaría los controles y el presupuesto de (la agencia aduanera) CBP, entre otras.
Cuando hablan ahora de política migratoria están obsesionados con la frontera, pero cuando el gobierno Biden tomó posesión había otro enfoque: las vías para regular el estatus de la gente y para que los migrantes vengan aquí en condiciones de seguridad. La estrategia de “causas raíces” fue un paso positivo. Bajo una administración Harris, aun será muy difícil combatir el discurso antiinmigrante que está orientando la conversación hacia el control fronterizo. Pero creo que habrá más margen de maniobra.
En esta elección hay un apoyo creciente, aunque sigue siendo modesto, de latinos hacia el candidato republicano. ¿Qué piensa sobre el fenómeno de querer “cerrar la puerta detrás de mí” en materia de inmigración? ¿Qué les diría usted a estos inmigrantes o a sus hijos o nietos?
Es cierto, hay cierto sentimiento de “cerrar la puerta detrás de mí” o de “Mi familia ya está aquí, estamos bien”. Pero, por otro lado, la gente está pensando en la economía. Sea cual sea el mensaje que Trump esté compartiendo, ha tenido sentido para ellos. También les preocupa el aborto, la atención médica, la vivienda. En los últimos años, gobernadores republicanos han transportado a migrantes desde la frontera a sus estados: ciudades como Chicago los recibieron y les proporcionaron refugio, ropa y otras oportunidades, y ha habido ciertas emociones negativas al ver que los recién llegados reciben esto, mientras que personas que han estado aquí por tanto tiempo no han recibido ese tipo de apoyo. No sólo por parte de ciudadanos estadounidenses, sino también de los mismos inmigrantes.
La narrativa antiinmigrante va más allá de los recién llegados. Muchos de estos comentarios están dirigidos a personas negras y de origen latino. Como hemos visto, el discurso sobre los haitianos y latinos es que somos criminales, violadores e internados psiquiátricos. Me gustaría decirles a las generaciones más jóvenes que debemos sentirnos orgullosos de quiénes somos y mantenernos unidos. Hay alternativas que no convierten a nuestra propia comunidad en chivo expiatorio. Sigamos sintiéndonos empoderados por nuestras raíces.
¿Su coalición está pensando en la desinformación y en cómo las comunidades se informan? Se amplifican pequeñas historias, incluyendo en TikTok y YouTube, que hacen que la gente se sienta insegura en sus comunidades. ¿Cómo debería abordar la prensa estas historias?
Sí, estamos prestando atención a la desinformación porque, en un solo segundo, un video puede volverse viral y luego se convierte en la versión aceptada por todos. Estamos trabajando con nuestras organizaciones miembro y otros en el terreno para señalar, a través de audiovisuales y mensajes: Esta es la realidad. Un ejemplo perfecto son los comentarios sobre los recursos de FEMA (la Agencia Federal de Gestión de Desastres) supuestamente utilizados por inmigrantes indocumentados, algo que simplemente no es cierto. Quienes no hablan el idioma y no tienen papeles son algunos de los más afectados por los huracanes porque no califican para algunos de estos servicios. Combatimos eso mostrando cómo los migrantes en esas comunidades están ayudando a reconstruir esos lugares que han sido destruidos por los huracanes, a pesar de no ser elegibles para todo el apoyo disponible.
El debate sobre inmigración en EE.UU. parece estar teñido de escasez y resentimiento. ¿Cómo puede el país pasar la página?
No veo sobre la mesa que Estados Unidos tiene una de las tasas de desigualdad más altas entre países similares. Nos culpamos unos a otros por lo que no tenemos cuando, en realidad, un pequeño grupo de personas está acaparando tantos recursos que podrían ayudar a abordar algunos de estos problemas con los que estamos lidiando, como la falta de vivienda. ¿Cómo reimaginamos nuestros sistemas sociales o de seguro social, no solo aquí en Estados Unidos, sino también en nuestros países de origen? ¿Cómo cuidamos a los más vulnerables y creamos oportunidades para que las personas se queden en sus hogares? También necesitamos prestar más atención al cambio climático, porque está afectando las oportunidades agrícolas en Centroamérica en particular. No existe un plan o programa real para ayudar a mitigar las consecuencias para las personas que dependen de ese trabajo agrícola.
En Centroamérica, Biden se ha acercado a Nayib Bukele en El Salvador, a pesar de que este ejerce un segundo mandato inconstitucional. Al mismo tiempo, defendió los resultados y el proceso electoral de 2023 en Guatemala frente a intentos ilegales de anularlos. La administración ha afirmado que la democracia está al centro de su política exterior. ¿Cómo interpreta esas contradicciones?
Esto también está relacionado con la desinformación, porque el gobierno de Bukele ha dominado el uso de redes sociales y la comunicación. Incluso aquí en Estados Unidos, la gente se muestra perpleja cuando les explicas por qué fue antidemocrático que Bukele asumiera un segundo mandato inconstitucionalmente. Hay que señalar el impacto de la administración de Bukele en las violaciones de derechos humanos y la libertad de expresión. Hay que escuchar a la sociedad civil y a los medios independientes. Hemos visto un esfuerzo enorme por suprimir el periodismo independiente que denuncia la realidad en el terreno.
Bukele ha cortejado extensamente el apoyo de la diáspora. ¿Ese efecto político también se refleja en la política electoral de Estados Unidos?
Creo que están relacionados. Cuando vives en un lugar que no satisface tus necesidades, y alguien dice: “Vamos a ser más duros con el crimen y a enfrentar a las pandillas”, la gente siente que, si estamos abordando la seguridad, tal vez no importa tanto la libertad de expresión. Creo que eso está infectando también el pensar de Estados Unidos. Volviendo a la desigualdad, es más fácil abrazar gobiernos más autoritarios o que señalan culpables específicos, en vez de pensar que hay propuestas concretas para mejorar nuestras condiciones.
Si no ofrecemos un plan de oposición concreto para solucionar estos problemas, ¿cómo cambiamos la narrativa? Hay que empezar por ahí. No solo estamos en contra del autoritarismo o del encarcelamiento masivo. ¿Cómo podemos trabajar juntos en lugar de en compartimentos aislados? Los gobiernos locales y estatales serán clave en los próximos años para desafiar lo que no hemos podido lograr a nivel federal. La migración tiene un impacto hiperlocal, y es hora de que los estados y ciudades tomen esto en sus propias manos y busquen alternativas.