Los mismos de siempre nunca han transparentado sus gastos ni sus financistas de campaña . Los mismos de siempre tampoco dan entrevistas a periodistas con preguntas incómodas ni ofrecen ruedas de prensa abiertas a cualquier medio, sea este considerado aliado o adversario; no entienden de razones y argumentos. Se esconden detrás de ciegos seguidores que solo aplauden, pero nunca disienten. Les gusta predicar para los convencidos y tomarse en serio sus aplausos. Nayib Bukele promete acabar con los mismos de siempre, pero es importante advertir que no ha dado signos de ser realmente distinto a los políticos tradicionales que dice combatir.
Los mismos de siempre, aclaremos, son los políticos y dirigentes de Arena y el FMLN. Todos, también Hugo Martínez, el candidato del FMLN. Arena gobernó durante 20 años el país, el FMLN cumple este junio 10 años en la presidencia, aparentemente va de salida y fue el partido que creó y potenció a Bukele, hasta que rompieron relaciones en 2017.
El exalcalde de San Salvador se logró posicionar como el político antipartidos gracias a que es un mago del márketing. Promete un cambio con respecto a los 20 años de Arena y los 10 años del FMLN, aunque no ha dado pistas sustanciales de en qué estribará ese cambio. Su popularidad ante el votante menor de 35 años y los otros miles hartos del sistema de partidos de la guerra fría son sus principales fortalezas porque ha sabido administrar ese descontento. Apuesta por parecer rebelde y hablar distinto a los políticos curtidos en la guerra civil y tras la firma de la paz. Tiene razón en el fondo: los veteranos dinosaurios son los principales responsables del país que tenemos, un país pobre y de la generalizada corrupción, impunidad y violencia, pero salvo sus mensajes electorales, en los que se proclama “diferente”, no ha dado mayores evidencias de la distancia que lo separa de las viejas mañas de la política salvadoreña.
Por ejemplo, el primer candidato que hace tambalear el sistema de partidos privilegia la estridencia en lugar del diálogo. Su novedad es que creció, principalmente, como una especie de personaje digital. También es el dueño de la burbuja más grande en las redes: más seguidores en Twitter, más likes en Facebook, más seguidores en Instagram y usuario cotidiano de Snapchat. En lugar de conferencias de prensa, impulsa los monólogos en Facebook Live. No conversa. Tiene a su servicio una red de portales de contenido -difusores de fake news-, bots y seguidores auténticos que magnifican cualquiera de sus mensajes. Si los paga o si son fieles autónomos que lo hacen por simple simpatía no es el tema de este texto.
Bukele pide que lo elijamos como presidente, se presenta como un candidato diferente, pero en esencia se parece a los otros tres en la contienda. ¿Que empaquete mejor sus mensajes realmente lo hace diferente? Como el resto, promete generar más empleos, mejorar la educación y un país seguro. Promesas en abstracto, lo de cajón. Salvo Hugo Martínez, el tercer lugar en las encuestas y que arrastra el desgaste de un gobierno mediocre, ni Arena ni Nayib han mostrado un documento que contenga su plataforma.
A menos de un mes de las elecciones, ninguno ha dicho con claridad y transparencia qué hará, ni cómo lo hará ni con quién lo hará. El candidato de Vamos, conservador y moralino, se distingue por la irrelevancia de mensajes muy parecidos a los de la vieja derecha que receta a Dios como remedio, pero es incapaz de presentar políticas públicas claras y modernas. Y Bukele también coquetea con unciones divinas como lo han hecho los mismos de siempre.
A diferencia del candidato del FMLN y el candidato de Vamos, Calleja y Bukele viven de la burbuja de sus fieles y no dan entrevistas a espacios distintos a los tradicionales. Tal cual lo hacían los candidatos del FMLN cuando iban en primer lugar. Y, vaya sorpresa, Bukele comparte esa misma práctica que alguna vez utilizaron desde el expresidente Francisco Flores, pasando por Saca y Funes, hasta llegar a Sánchez Cerén: veta entrevistas a medios incómodos ahora que encabeza las preferencias electorales.
Otro parecido: al igual que los de Arena y los del FMLN, Bukele también pactó con las pandillas. Y también se resiste a dar explicaciones y prefiere guardar silencio, como si nada hubiera pasado.
Es igual a los demás: evita preguntas incómodas, solo defiende sus posturas en sus círculos y monólogos en redes. Ha anunciado la presentación de su plan de gobierno para el mismo día y en un horario que riñe con el debate organizado por la red de radios más grande del país, al que en principio asistiría. Es el candidato que todas las encuestas predicen como ganador y es preocupante que empiece a tener los visos antidemocráticos de cualquier populista latinoamericano. El talante populista y antiprensa que ya tiene Donald Trump.
Además, que un candidato con sus números de popularidad se “informe” o promueva plataformas desconfiables que se hacen pasar por medios de comunicación debería, al menos, generar un cuestionamiento. Sobre todo porque él promueve esos portales que se burlan y atacan a cualquiera que haga cualquier tipo de crítica. En sorna, Bukele se ha proclamado “rey del ejército de troles” y es una contradicción. Él mismo ha reconocido a este medio que “nuestro sistema partidario en general no está acostumbrado a la autocrítica, ni a la crítica constructiva, ni a pedir disculpas, ni a disentir, ni siquiera a tratar de corregir errores”.
Aunque su burbuja es en redes, ha comenzado a probar que también puede convocar en la vida real, aunque esas convocatorias no sean masivas como sus números en redes. Realiza movilizaciones de municipios del interior que lucen abarrotadas, pero que no distorsionan la proporción habitual a la que nos tienen acostumbrados los partidos con mayor tradición electorera. Pero de ganar la presidencia, sería el primer candidato que privilegió a la audiencia digital por encima de las visitas al terreno.
Y llegamos a una de las principales dudas contra el candidato que se vende como diferente: creció y se hizo popular al prometer una nueva forma de hacer política, pero se ha asociado a una de las banderas más cuestionadas de la política tradicional: Gana. Un partido fundado por exareneros y políticos que crecieron a la sombra del expresidente Antonio Saca. Un partido lleno de los vicios que infectaron tanto a Arena como al FMLN.
Tras el cambio de gobierno de 2009, Gana perpetuó con el Frente la práctica roñosa que tuvo el PCN con ARENA, donde la política no dependía de debates, de información, de datos o del consenso de la población. Gana fue el comodín de una aritmética matona, de repartos y componendas oscuras que casi siempre se realizaron a espaldas de los ciudadanos y que en no pocas ocasiones implicó negociar, como si fueran fichas irrelevantes, puestos en el Estado que garantizaron la perpetuidad de la corrupción y la impunidad. Gana simplemente llenó para el Frente las curules que alguna vez el PCN ocupó para ARENA.
Y por más que quiera hacer creer que está con Gana porque “los mismos de siempre” bloquearon a Cambio Democrático, está probado que siempre tuvo a ese partido en mente y se le ve muy cómodo cerca de la red de operarios de Gana. Ernesto Sanabria y Walter Araujo, por destacar algunos nombres. El primero fue operador político del expresidente Saca y de su primo, Herbert Saca. El segundo fue presidente de Arena y ahora denuncia la corrupción de un partido del que fue parte hasta hace muy poco. Solo ellos dos huelen a esa suciedad que el candidato promete extinguir de la política. Pero a la nariz de Bukele ese olor no le incomoda y prefiere callar antes de explicar si Sanabria o Araujo son simples simpatizantes o trabajadores a su servicio. En caso de ganar, debería de comenzar a explicar los perfiles de la gente que lo rodea, pero parece que preferirá guardar silencio como todos los demás.
Lo que más debería explicar Bukele es qué ha negociado con el otro poder detrás de Gana, Herbert Saca, el gran y oscuro operador político de Tony Saca y de Funes. Como ya reveló El Faro, a finales de 2015 y principios de 2016, el exfiscal Luis Martínez buscaba a Saca para hacer llegar mensajes a Bukele. En 2017, en su último año en la alcaldía, Bukele llegó a utilizar una camioneta vinculada al caso de corrupción que metió en la cárcel a Tony Saca. ¿Cuál es su relación con los Saca? ¿Eso permitió el acercamiento y el pacto con Gana? ¿Por qué se niega a explicar qué hay detrás de esos vínculos?
En resumen, Nayib siempre repitió que los principios no se pueden ceder: lo dijo a este medio a unos meses de su expulsión del FMLN. Pero decidió competir bajo las siglas de un partido conformado por los mismos de siempre y diseñado para perpetuar la relación parasitaria que la clase política ha tenido con las instituciones del Estado. Bukele no ha explicado el detalle de su acuerdo con Gana, ni tampoco el peso que este partido tendrá en su gobierno ni sus opiniones sobre personajes más que cuestionables como Guillermo Gallegos o el mismo Herbert Saca.
Para hacer honor a su estribillo y realmente distanciarse en acciones y discursos de los mismos de siempre, el candidato Bukele debe empezar a responder las preguntas que le incomodan. Esas que, los que tanto critica, siempre se han negado a responder.