En El Salvador, solo el 13.4 % de los cargos directivos de compañías que cotizan en la bolsa de valores están ocupado por mujeres. Así lo revela una investigación que pretende visibilizar la participación de la mujer en la toma de decisiones en iniciativas privadas en América Latina y España.
De las 15 bolsas incluidas en la investigación, ninguna llega al 50 %, 40 % o 33 %, porcentajes que con frecuencia se exigen en organismos públicos. La bolsa más igualitaria, y con mucho trabajo por hacer aún, es la de Costa Rica, con 22.43% de los asientos en los consejos de administración ocupados por mujeres. Supera en más de cuatro puntos a la número dos: España. El Salvador, pese a la brecha, se ubica un punto arriba del promedio para América Latina, que es del 12 %.
Por cada mujer hay siete hombres en los consejos de las empresas que cotizan en las bolsas latinoamericana y española, revela la investigación liderada por el Proyecto sobre Organización, Desarrollo, Educación e Investigación (PODER) y 14 medios de comunicación, incluido El Faro.
Claudia Alexandra Araujo de Sola es una de 12 mujeres empresarias con mayor participación en la toma de decisión de compañías financieras en el país. Ella forma parte de las juntas directivas de Banco Azul e Inversiones Financieras Grupo Azul, ambas empresas presididas por su padre, Carlos Enrique Araujo Eserski. Pero esas 12 mujeres son una excepción a la regla.
Administradora de profesión, también ocupa cargos directivos en Fepade o la oenegé Voces Vitales, dedicada al empoderamiento de las mujeres emprendedoras y de la que ella es su actual vicepresidenta. En febrero de 2018, ella decidió abandonar su burbuja empresarial y tomar un papel más activo en la política nacional. Fue una de las lobistas que buscó aprobar la despenalización del aborto en dos causales, una iniciativa del exdiputado de Arena Johnny Wrigth, y una de las constructoras del proyecto de Ley de educación sexual que fue rechazado por todas las fracciones.
Para lanzarse, explica, tuvo primero que reconocer y romper el círculo de privilegios que heredó de niña. Ocho meses de sumarse a la iniciativa, Araujo comenzó a estudiar el tema que ahora dice es una de sus banderas personales: 'Era un tema tabú, complicado, que obviamente traía un castigo social, que era mejor no discutirse y que realmente era malo, y que había que mantener una distancia'. Desde entonces, decidió involucrarse más y ahora es la vocera en el partido político en formación Nuestro Tiempo.
En esta entrevista, concedida en las oficinas de Voces Vitales en San Salvador, Araujo analiza la desigualdad de género en su sector e intenta extrapolarlo a la realidad nacional. Previo a la conversación, realizada a las 2:30 de la tarde, acompañó la liberación de tres mujeres a las que la Corte Suprema de Justicia conmutó penas por homicidio agravado tras varios años encarceladas. Según la defensa, esas mujeres en realidad sufrieron emergencias obstétricas. Para la empresaria, el problema de la desigualdad de género no está en la supuesta voluntad inexistente de las mujeres en participar en cargos de toma de decisiones, sino en que se quiere obligar a las mujeres a aceptar condiciones de un mundo de negocios que está hecho para los hombres.
Dice que es necesario tender puentes entre los diferentes sectores de la sociedad para que los temas relacionados a la mujer sean prioritarios. Hace un llamado a los partidos de derecha para que dejan a un lado un eje dedicado exclusivamente a potenciar la reactivación económica como único método de desarrollo e inclusión, y desarrollen más programas sociales encaminados a acortar la desigualdad de oportunidades en el sistema educativo o de salud como punto de partida, dice, para construir un país más inclusivo.
¿Existe igualdad de representación de mujeres y hombres en puestos de poder dentro de la sociedad salvadoreña?
No, creo que estamos lejos. Y lo vemos tanto en el lado empresarial como en la participación en política. El Foro Económico Mundial mide la paridad en cuatro pilares fundamentales para cada país: salud, educación, empoderamiento económico y participación política. ¿Cómo está la mujer en el tema de salud, por ejemplo, comparado al hombre? No implica que la salud sea buena o mala, pero si sos mujer o si sos hombre hay una diferencia en el acceso o la oportunidad de tener una buena salud. Entonces, en salud y educación El Salvador está bastante avanzado. Bueno, mundialmente es uno de los países que en salud ya está en paridad. Y en Educación estamos en el 97 %. Hay una disminución. Eso no implica que hay un buen sistema educativo. Eso no implica, tampoco, que hay niñas que no asisten a la escuela porque están haciendo quehaceres domésticos. Pero que nació niña no impide que ella tenga acceso a salud o a educación. En la parte de empoderamiento económico y en la parte política, todavía estamos con una deficiencia bastante grande. En lo económico estamos en el 58 %. Eso implica posesión de propiedad: ¿cuántas propiedades están a nombre de mujeres? Es mínima; hablemos de puesto de trabajo, de alta gerencia, de ingresos. En todo eso estamos en el 58%. Es decir, estamos en una desventaja del 42 % versus un hombre bajo las mismas circunstancias. Aquí no estamos hablando de uno arriba del otro, sino de si tiene el mismo acceso a esas oportunidades y la respuesta es no.
En empresas como Banco Azul vemos que hay sólo tres mujeres de doce hombres en su junta directiva y usted es una de ellas. ¿A qué atribuye esa brecha de género no sólo en el ámbito empresarial sino en otros sectores de la sociedad como las esferas educativa o política?
Si agarrás las juntas directivas de organizaciones no gubernamentales verás una participación muy alta de mujeres. Cuando me comentaste que salía en varias organizaciones, yo decía: tiene que ser en oenegés. Yo me siento en la junta directiva de Fepade; me siento en la de Voces Vitales; estuve en el Proyecto País que también tiene que ver con Fusal. Entonces, esas juntas directivas son oenegés. Verás una participación más alta ahí porque está más asociado a dar, no a recibir. El poder de una oenegé es diferente al poder de una empresa privada.
Entonces, ¿la brecha tiene que ver con aquella concepción de las mujeres como las cuidadoras y no como alguien que da órdenes?
Es cultural. Una mujer ambiciosa es visto como un adjetivo negativo. Pero ponés ambicioso a la par de un hombre y es algo que es aplaudido. Es un hombre exitoso. Ahí ves la diferencia sobre cómo vemos como sociedad a una mujer en el poder y cómo vemos a un hombre en el poder. Si tu pedís a niños y niñas de 10 a 12 años que dibujen el poder, un 80% de esos niños te van a dibujar a hombres.
En su participación dentro de instituciones financieras, empresas familiares o en política, ¿cómo enfrentó el estigma o el prejuicio de: las mujeres son más sensibles y entonces no tienen capacidad de gestión como sí la puede tener un hombre que sabe tomar decisiones?
Mi caso, en particular, ha sido de mucho privilegio. Nací en una familia bastante tradicional donde sí existían esos roles de que el hombre provee y protege, y la mujer es la que cuida y educa. Quizá por mi personalidad, y capaz por mi relación con mi papá -mis papás se divorciaron cuando era muy pequeña-, la única manera de estar cerca de él era involucrarme en los negocios. Desde pequeña tuve el privilegio de tener un modelo a seguir que estaba teniendo éxito y desarrollándose en el mundo empresarial. Eso me permitió aprender. Y aunque capaz no era natural que una niña de unos 15, 16 años, estuviera con ese interés, mi papá me lo celebró, me abrió muchas puertas por mi propia curiosidad. Nunca sentí una discriminación hasta que empecé a crecer y a desarrollarme como profesional. Al principio, miraba a mis compañeras trabajando, pero entre más responsabilidad tenía al subir de cargo más sola estaba. Y de repente dije: qué raro, ¿qué pasó aquí? ¿A dónde se fueron todas? Lo que pasó es la vida. Te casás, tenés hijos y vas tomando decisiones que ya no sólo tienen que ver contigo, sino que con una familia que estás criando y tomás decisiones en conjunto con una pareja. Yo tuve el privilegio de casarme con una persona que no me puso barrera. Formamos hogar donde los dos contribuíamos económicamente a los ingresos de la casa. Él no se sentía de menos por eso y yo no me sentía de más. Pero Diego se crió en Estados Unidos y no venía con un estigma y una carga sumamente pesada sobre el hombre, que tiene que mantener el hogar y si no lo sabe mantener al 100 % es un fracaso.
Ahora, las coincidencias que veíamos en este grupo de 12 mujeres es que han tenido algún tipo de vinculación con los dueños de estas empresas, o privilegios como los que comentaba, o acceso a un desarrollo profesional mucho más amplio. ¿Cómo se logra reducir la brecha y que la igualdad de oportunidades no sea para unas pocas sino para todas?
Creo que reconocer ese privilegio fue lo que me hizo sensible al tema. Creo que tuve un privilegio y ese privilegio trae consigo una responsabilidad: asegurarme que estas oportunidades sean accesibles para otras mujeres, asegurarme de llevar a mujeres a la mesa de toma de decisiones. Tenés que buscar promotores. Yo he tenido promotores importantes alrededor de mi vida que me han apoyado y me han sentado en la mesa de toma de decisiones. No ha sido que simplemente me considero la mejor calificada, la más inteligente o la más preparada. He tenido personas que han creído en mi desarrollo y me han apoyado a desarrollarme como empresaria, hombres y mujeres. Los hombres no lo hacen porque tampoco son los más preparados o más inteligentes, si no porque tienen los promotores, los contactos y obviamente la preparación. Es un conjunto de cosas que les ayudan a llegar a posiciones de toma de decisiones y de poder. Para las mujeres no es tan fácil y ni siquiera es que no existan las oportunidades, sino que son diferentes prioridades. Dejar a tus hijos y ganar un salario más o menos, hay mujeres que te dirán que 'eso no compensa', 'yo no tengo una opción'. Me encanta cuando me dicen 'la prioridad de la mujer está en la casa', ja,ja. Vaya, asumamos que sí. Pero no solo es responsabilidad de la mujer, también es del hombre. Debería haber un balance. Pero hasta ahora ha sido más responsabilidad de la mujer que del hombre. ¿Y si no tenemos opción porque no hay una pareja en la casa? ¿Qué haremos? No siempre es una opción que la mujer quiera quedarse en la casa. Las mujeres que están trabajando y que están empleadas todavía no tienen el mismo salario ni las mismas oportunidades que el hombre, y probablemente ella tenga igual necesidad de mantener un hogar. Culturalmente todavía no lo vemos. El ingreso de la mujer es un segundo salario para aportar en el hogar, versus el salario que tiene ese hogar para sobrevivir.
Voces Vitales no podrá ayudar a más del 50 % de la población, que son las mujeres de este país. Y que, en su mayoría, tampoco tienen acceso a promotores. ¿Cómo garantizar que esa igualdad de oportunidades suceda para todas sin importar su estatus social, económico o civil? ¿Qué pasa, por ejemplo, con aquellas mujeres que, incluso teniendo la opción, el salario tanto de ella como del hombre no alcanzan para sostener una casa?
Ahora eso es bastante común y cada día se necesitará más de un salario, hasta tres, para mantener un hogar. Creo que es una situación bien difícil y el estudio del Foro Económico Mundial dice que estamos bien lejos. El Foro calcula que en Estados Unidos hacen falta 196 años para que haya paridad en la parte económica. Los avances son lentos en el sector económico. Y en la política estamos más abajo -es el 20 %- pero los avances son más grandes. Creo que porque la brecha es tan grande que cualquier avance se nota. En Latinoamérica hay países que ya han avanzando muchísimo en el tema de paridad y entonces se ha acortado la brecha. Y el estudio te dice que en Latinoamérica -no dice cuántos años será en El Salvador- se tardará 74 años para alcanzar la paridad económica en la región.
¿Qué se debe hacer entonces?
Educar. Educar en cuál es esa brecha y esa diferencia. Todavía en El Salvador te dicen: esa brecha no existe. Veamos las cifras. Y también te dicen: mire, en las juntas directivas no hay mujeres que quieran participar. Que puede ser. Pero el problema no es que no quieran participar, el problema es que no quieren participar bajo las condiciones actuales. Porque estamos obligando a la mujer a acoplarse a un mundo de negocios hecho para hombres. En donde hay que jugar golf o tenés que ir al bar en la noche. Y si encima de eso volvemos a que la prioridad de la mujer es la familia... O sea, yo voy a trabajar de 8 a 6 y quiero ir a comer con mis hijos, acostarlos, leerles un cuento y después te voy a agarrar la computadora y voy a seguir trabajando. Esa ha sido mi escena toda la vida, ero sí necesito esa presencia y ese tiempo un poco más flexible. Que ese es otro privilegio que tuve y que muchas mujeres no han tenido. Yo que siempre he trabajado o he sido emprendedora, o he tenido a grupos familiares como jefes: he sido mi propia jefa y tenía flexibilidad, la agenda se acomodaba a mí y no a la de nadie. Pero eso es un privilegio. La mayoría de mujeres tienen que acoplarse a agendas bien estructuradas. Entiendo todo lo que lleva un cambio de esta magnitud, pero no hay que decir no, hay que ver cómo nos acoplamos y nos sentamos a pensar afuera de la caja para solucionar un problema que sí lo es para más del 50 % de la población.
Esa es una: educar sobre la brecha. ¿Qué más?
Creo que hay que hacer análisis profundos e internos de las compañías y revisar las políticas, tanto en la contratación como en la promoción. Hay un estudio particular en el que se envían dos curriculums que son exactamente el mismo; a uno le ponen Karla y al otro le ponen Carlos. Carlos recibe 80 % más de llamadas y de entrevistas que Karla. ¿Por qué? Porque aquí está el estigma. Cuando vas a contratar, todavía ahorita que estamos en 2019, escucho a empresarios decir: 'ay, pero va a tener hijos' y cuando va a tener hijos, 'se me va a ir'; o: '¡Ah, no! Está casada' o 'se acaba de casar'. Sólo el 2 % de las mujeres que piensan que van a tener familia, tienen familia y no regresan al trabajo. ¡Si ahora es una necesidad! Ellas quieren ser económicamente independientes. Entonces, las estamos castigando porque pensamos que la mujer, cuando tenga hijos, ya no querrá querer trabajar. Desde que estamos evaluando dos posibles candidatos, le estamos dando más peso al hombre que a la mujer. Digamos que pasamos esa prueba, en dos años promoveremos a alguien y están dos personas con las mismas capacidades. Pero este trabajo necesita viajar, ¿a quién voy a promover? ¿A la mujer que acaba de tener su primer hijo o a su compañero que sí acaba de tener un hijo, pero tiene una esposa que lo cuida? Entonces, seguimos con muchos prejuicios sin preguntarle a la mujer si está interesada. Estamos tomando decisiones por ellas.
¿No tiene que ver esto también con el modelo económico imperante desde hace muchas décadas atrás? ¿Productivo, capitalista? ¿No debería haber un cambio de modelo que lleve a reformar las condiciones desventajosas para la mujer?
Es un cambio cultural. Creo que si entramos a evaluar el capitalismo, no sé para dónde nos llevará y no me siento lo suficientemente sólida para decirte una cosa o la otra. Lo que creo es que en un tema social en donde nosotros tenemos que asegurarnos que las mujeres tengan acceso a las mismas oportunidades, y eso tiene que ver con cambios en políticas públicas, que en algunos casos tiene que servir para agilizar y acelerar el cambio, y en otros casos igual tardará un tiempo independientemente de que hagas leyes o no. Culturalmente tenemos que reeducarnos. Y le voy a decir lo que más me preocupa: no son los trabajos que tenemos ahorita, me preocupa los que tendremos en el futuro. En una economía en donde la cuarta revolución industrial ya llegó y está cambiando todos los modelos de negocio, no hay modelo de negocio, no hay industria que no vaya a ser afectada por los cambios de tecnología. Y cuando nosotros vemos y vayamos a ver a la UCA, a todas las universidades de El Salvador, a las de Estados Unidos, ¿cuántas mujeres están entrando en carreras de Ingeniería, Ciencia, Matemática y Tecnología? Verás que ese número no ha cambiado en los últimos 60 años. ¿Por qué? Porque seguimos pensando que las carreras de las mujeres son de cuido y educación. Las mujeres están en venta, mercadeo, carreras tradicionales. Entonces, si no empezamos a convencer a las niñas de que hay que jugar con legos en vez de barbies, y no empezamos a reeducar nuestra forma de criar a niños y niñas, la brecha no se cerrará. En vez de 75 años serán 100. Y será simplemente de una elección de qué estudié. Si eso no ocurre, tendrás de nuevo una ola de hombres beneficiándose del modelo industrial.
¿Las mujeres que son rostros fuertes dirigiendo empresas deberían involucrarse en política? No necesariamente desde un cargo de elección popular, sino desde la toma de iniciativas, como en su caso.
Creo que todos tenemos que comenzar a hacer política. Y creo que la política ahorita tiene una connotación tan negativa que estamos confundidos y obviamente también nos da asco todo el sistema. Y las personas que han estado involucradas, le han dado un mal nombre. Eso asusta a cualquiera. Meterse en puestos políticos conlleva grandes sacrificios, pero sí creo que como ciudadanos tenemos que educarnos a que....te lo voy a poner de otra forma: esta situación está así porque el ciudadano no ha estado involucrado. Y ahorita, creo que en los últimos años, y especialmente las redes sociales han permitido un pronunciamiento más fuerte y se ha como democratizado...
Claro, pero ¿cómo pasamos del activismo en Twitter a hacer algo que tenga mayor impacto?
Creo que tienes que encontrar una causa. Tienes que encontrar una cosa que seas sensible, que te apasione, y escoger eso y acercarte a organizaciones que estén trabajando. No es fácil, pero sí veo en la generación más joven personas más involucradas. Yo, a los 20 años, para nada andaba ni cerca de las actividades en las que veo ahora a jóvenes involucrados. Hay que promover, mentorear, apoyar a una juventud con una voz social más fuerte y creo que la política tiene que cambiar y poner al individuo al centro. Hemos hecho todo al revés y estamos pagando la factura.
No habíamos visto nada similar, al menos de manera pública, hasta que el año pasado un grupo de mujeres ligadas a la derecha, incluida usted, se presentaron en la Asamblea para hacer cabildeo para la aprobación de la despenalización del aborto en dos causales.
Creo que para nadie es fácil arriesgarse a posiciones mal entendidas y temas que son tan tabú, que los han polarizado de tal forma que hace casi imposible poder pronunciarse. Cuando una persona lo hace le da visibilidad a un tema y permite que más personas se le unan con menos temor. Entre más personas se unan a un grupo, menos riesgoso es para un individuo, y creo que eso es lo que continuará pasando. Si nos tomáramos el tiempo de educarnos y de dialogar nos daríamos cuenta de que no estamos todos en los extremos. Yo sí creo que la responsabilidad de involucrarse y de invitar a más mujeres tiene que ver con cómo nosotros trataremos a las mujeres que salgan. Como ciudadanos tenemos una gran responsabilidad de no ser tan duros. Somos sumamente crueles en El Salvador. Estar en Twitter es peor que estar en una guerra, es terrible. Salís golpeado, insultado y no hay una conversación. Es mucho odio y mucho ataque. Tenemos el poder de disminuir eso y de promover e invitar a personas a ser parte activa sin tener que acorralarlos y destruirlos.
Eso me lleva a decirle que no basta con que las mujeres tengan puestos de poder. ¿Qué debería hacerse con ese poder desde esos cargos de mayor toma de decisiones? Tomemos como ejemplo la Asamblea, en donde los partidos tomaron la decisión de renovarse no solo con rostros jóvenes, sino también con rostros de mujeres. Pero hasta ahora la representación no parece pasar de un tema de cuotas.
Cada privilegio trae consigo una responsabilidad. Si tengo el privilegio de estar sentado en una curul, tengo la responsabilidad de realmente mejorar la calidad de vida de un grupo de personas que dependen de tu desarrollo y desempeño para que su vida cambie. El poder usualmente se ha visto aquí para beneficiarse en lugar de una manera de servir a otros. Por eso creo que volvemos a la educación: ¿cómo educamos y preparamos a líderes para asumir posiciones de poder sin dejar la empatía, la compasión y sin dejar el amor al prójimo? No podemos ser buenos líderes si no somos vulnerables ante los que están a nuestro alrededor, si no estamos dispuestos a que nos vean como seres humanos. Si no tenemos la disposición de ponernos en los zapatos del otro, aunque sea un ratito, no lo entenderemos. Y eso fue lo que a mí me sacó de la burbuja. Cuando salís, que no es fácil, porque necesitás reconocer y ser vulnerable, ese es parte del liderazgo. Tenés que aceptar y estar expuesta. ¿Y toma valentía? Sí. Pero una vez te metiste al agua helada, ya no te afecta tanto.
Sobre esa empatía de la que habla. En las iniciativas que ha apoyado en la Asamblea Legislativa, hemos visto también a otro grupo de mujeres tomando una bandera contraria a esas propuestas. ¿Por qué estas iniciativas no lograron pasar: por falta de discusión del tema entre las mismas mujeres o porque hace falta ir grano a grano y hablar con diputados mucho más conservadores y radicales?
Temor. En mi experiencia, los diputados están mal informados, no conocen el tema, son otras sus prioridades. Y también creo que como sociedad no estamos informados y es bien difícil informarse. Yo comencé a visitar la Asamblea para meterme en el tema de la despenalización del aborto en enero-febrero 2018, pero empecé a educarme ocho meses antes. Este no era un tema que yo conocía, era un tema totalmente lejos de mi realidad, de mi contexto, no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
¿Cuál era su percepción sobre el aborto antes de tomar la iniciativa de llevarlo a debate?
Era un tema tabú, complicado, que obviamente traía un castigo social, que era mejor no discutirse y que realmente era malo, y que había que mantener una distancia. Y realmente, si no tenés la iniciativa de acercarte, es bien difícil educarse. Empecé un proceso de educación. Yo estoy a favor de defender la vida, no estoy a favor del aborto, creo que hay que prevenirlo y creo que hay que educar. Pero la situación no es blanco o negro, hay un montón de grises y esos grises merecen un diálogo. Y este es un tema de salud, no religioso. Si lo continuamos llevando a esos extremos, nunca llegaremos a un acuerdo. ¿Querés estar en contra del aborto? Perfecto. ¿Querés estar a favor de la despenalización? Perfecto. Pero tenemos que poder discutir cómo estamos protegiendo los derechos y la vida de mujeres y niñas. Ahí está la discusión.
¿Alguien en la Asamblea intentó desmeritar su cabildeo por la despenalización del aborto, tipo 'Alexandra, lo tuyo son los negocios'?
Creo que estaban más asustados de vernos ahí y creo que fue una sorpresa que nadie esperaba. Sentí bastante apertura de sentarse, pero obviamente todavía hay mucho trabajo por hacer en educar, sensibilizar sobre el tema. Antes de que esto llegue nuevamente a la Asamblea, tiene haber un trabajo con los ciudadanos, de educarlos a ellos de cuál es la situación, sino solo se ven los dos extremos y no estaremos para dialogar.
¿Esa apertura vino de qué diputados? Se lo pregunto porque en medio de estas discusiones, tratábamos de hablar con las diputadas y algunas decían que sí estaban de acuerdo con la despenalización, pero que no lo hacían porque le podía jugar en contra en una próxima elección.
Ya no me recuerdo, pero nos reunimos como con 38, de fracciones distintas, pero el tema es el temor a qué va a pasar. Porque el tema es tan tabú que nadie lo quiere discutir. Quitémosle el tabú y hablemos del tema. Pero desde un punto de vista científico, haciendo un análisis profundo de los riesgos a la vida y salud de las niñas y mujeres en el país. Hablemos con base científica, pero no de religión, porque en esta discusión no cabe. Si se quiere discutir podremos llegar a conclusiones o por lo menos a algunas nuevas discusiones. Pero ahorita ni siquiera quieren dialogar por miedo. Ese es mi punto: hablemos, aunque no se haga nada, pero empecemos a hablar sobre el tema.
Ustedes intentaron iniciar el debate con el anteproyecto de ley de Educación sexual integral, pero la Asamblea no se abrió ni siquiera a eso.
Porque se vuelve a polarizar el tema. Entonces, en lugar de hablar de educación sexual en base a ciencia, lo llevan a la ideología de género, que no existe, lo llevan a que entonces las clases son para la masturbación... Así no se puede conversar. La educación sexual se da en los países desarrollados de todo el mundo. Es para prevenir, educar, proteger a niños y niñas de abuso sexual. Miren las crisis que tenemos, eso no es normal. Estamos en niveles fuera de control, es una epidemia. Entonces. ¿cómo solucionás esto? Tenés que dedicar tiempo a educar a las personas y a darle a ese niño o niña herramientas para que se puedan proteger. Pero si no, ¿cómo? Y después dicen que los padres van a educar. A mí me parece un privilegio poder decir: yo voy a educar a mis hijos, un privilegio que lo tiene muy poca gente. ¿Cómo haremos con todas las personas que no tienen ese privilegio de tener una familia unida o los recursos para poder educarse o el tiempo?
¿Usted se considera una mujer de derecha?
Yo me considero una mujer de derecha-centro.
¿Cuál sería entonces la exigencia para la derecha, que es la predominante en la Asamblea, que no parece dispuesta a ver las cosas desde fuera de su privilegio y a discutir?
Creo que tenemos que realmente desarrollar políticas sociales en las que dediquemos recursos importantes para la educación y la salud, en donde las personas tengan acceso a una educación y a una salud que les permita una vida digna. Si eso no lo cambiamos, El Salvador no cambiará. No podemos seguir no brindando esas oportunidades a la mayoría de la población, y todos somos responsable de eso.
Lo que cree entonces es que ha habido un eje más centrado en la reactivación de la economía dejando de lado...
Pensando que con la reactivación económica lo social va a venir. Pero eso no es necesariamente así; y si lo es, es bien lento. La desigualdad económica en el mundo, adónde sea que estés, se ha hecho más grande también. En Estados Unidos se ha hecho una brecha enorme. Creo en que el ser humano debe desarrollarse económicamente y que debe de tener las herramientas para ese desarrollo; creo en la empresa privada, en que hay que fomentar el emprendimiento, pero el desarrollo económico tiene que ir acompañado de la parte social. Y hemos asumido que si la economía va bien, lo social seguirá, pero ya vemos que llevamos muchos años probando eso y la economía va más o menos y entonces lo social va peor.
¿Las mujeres tienen que tomarse todos los sectores, formar un partido político solo de mujeres o de dónde se parte para que las cosas cambien?
No tengo ni idea de cómo contestarte eso. Creo que hay que ser más inclusivo, tener más diálogo, un partido nuevo, que ya estamos viendo la formación de Nuestro Tiempo, y sí quiero aclarar que Nuestro Tiempo no lleva en sus estatutos ni como eje la parte de la despenalización del aborto. Para nada. Ese es un tema personal para mí, en donde hay diferentes personas que están trabajando en él, pero no es algo exclusivo de Nuestro Tiempo. Ahí hay personas que están a favor, personas que no saben y personas que están en contra. El movimiento está basado en la inclusión, en donde los temás no son tabú, habrá discusiones y no en todo estaremos de acuerdo, pero eso no implica que no puede ser parte.
Dado que fue Johnny Wright (exdiputado y fundador de Nuestro Tiempo) quien presentó la iniciativa por dos de las cuatro causales, cualquiera pensaría que esa es una de sus banderas.
Al contrario. Nuestro Tiempo va más allá de Johnny. Él es el líder y tiene ya comprobado con hechos lo buen líder que es. Pero el movimiento es un grupo de personas.
Muchas veces el tema de la participación de la mujer o la igualdad de género se lleva a tema de cuotas, y en eso nos quedamos. Los partidos aseguran que hay mayor participación, ¿pero cómo se hace para trascender de esa discusión? ¿Las cuotas es la apuesta?
La cuota es un punto de partida para ayudar a agilizar el tema. Hay personas que te dirán que están en contra o a favor, y creo que te ayudan a agilizar el tema. ¿Creo que todo debería tener 50/50? No, debería de ser más en función de capacidad, reconocimiento y mérito. No creo que las cuotas solucionarán las cosas tampoco, pero tiene que haber por la falta de desarrollo que hemos tenido culturalmente.
Morena Herrera, rostro del activismo feminista en El Salvador, decía hace poco en una entrevista en El Faro radio, que hay mujeres que sufren hasta tres tipos de violencia al mismo tiempo. Son las mujeres que viven en zonas vulnerables: violencia de pandillas, de parte de los cuerpos de seguridad, y por su condición de mujer. ¿Cómo se hace para que su mundo, uno donde hay mujeres privilegiadas, se encuentre con este otro mundo que tiene bastantes precariedades?
Hay que crear puentes de diferentes formas. Estamos tan divididos de tantas formas por las mismas cajas en donde nos encanta meter a todo mundo... Yo, particularmente, creo que he creado una amistad con Morena y venimos de mundos distintos. Y la veo y me da alegría. Creo que tenemos más en común de lo que puede ser una situación económica o que ella es más activista y trabaja por los derechos de las mujeres y yo soy empresaria. Pero esas son solo dos cosas. Estoy segura de que tenemos más cosas en común que esas dos cosas que nos califican y nos dividen como sociedad en El Salvador. Creo que si empezamos a tener espacios de diálogo, de conversación, en donde quitemos esos estigmas encontraremos una sociedad más unida. Y entre más podamos crear puentes, a todo nivel, entre hombres y mujeres, mejor.
¿Llamaría a otras mujeres como usted a hacer ese mismo reconocimiento de privilegio como punto de partida?
Lo están haciendo. Creo que no se ve por esa misma polarización, pero hay un montón de mujeres que están tratando de crear eso, lo que pasa es que no le damos más visibilidad. Enfoquémonos en lo positivo y no en lo negativo. Yo ahí veo una oportunidad en la cual todos podemos participar y si no, terminaremos con paredes y muros más grandes y divisiones más grandes y un país en donde solo se fomenta el odio. ¿Cómo podemos comprobar empatía, compasión y amor? Lo contrario, solo cuchillos nos encanta salir metiendo. Hay que cambiar el diálogo.
Esta publicación forma parte de 'Mujeres en la Bolsa de Valores', una iniciativa de Proyecto sobre Organización, Desarrollo, Educación e Investigación (PODER) en alianza con Datasketch, Cuestión Pública, La Nación, El Faro, Plaza Pública, Ojo Público, Semanario Universidad, Managua Furiosa, Los Tiempos, Metro Libre, La Diaria, El Surtidor, El Desconcierto y El País, que busca visibilizar la presencia del género femenino en los espacios de la iniciativa privada. Para este primer año del proyecto, se han usado los datos que publican las empresas que cotizan en las bolsas de valores de América Latina y España sobre sus consejos de administración.