Bertha María Deleón y el actual presidente Nayib Bukele se conocieron en las vísperas de 2016, cuando ella –exfiscal devenida litigante en sonados casos de derechos humanos– comenzaba a ser un rostro conocido y un nombre cada vez más habitual en los medios de comunicación. Él, en cambio, era ya el político en ascenso: era alcalde de la capital y su meteórica carrera ya daba luces que lo anunciaban como el gran suceso político de la década.
Deleón era –sigue siendo– una abogada combativa que decidió entrarle de frente a casos en los que era fácil salir más que escaldada: fue querellante contra el expresidente Francisco Flores cuando este fue acusado de corrupción, y una de las voces más incómodas para el ex fiscal general Luis Martínez, actualmente en prisión.
Su primer intercambio con Bukele fue por Twitter. Ella recuerda que compartieron opiniones sobre el exfiscal Martínez y, al cabo de poco tiempo, en febrero de 2016, Bukele le pidió su opinión legal sobre la controversia que mantenía con La Prensa Gráfica, que lo acusaba de liderar una serie de ciberataques contra su sitio web.
Desde entonces y durante los últimos tres años y medio, Bukele confió en el criterio jurídico de la abogada Deleón, al punto que la nombró su representante cuando su propio partido en ese momento, el FMLN, lo acusó de expresiones de violencia contra la mujer por haber llamado “bruja” a una concejal de la Alcaldía de San Salvador. También lo defendió cuando Eugenio Chicas, ex secretario de comunicaciones de la Presidencia de Salvador Sánchez Cerén (2014-2019), lo acusó por difamación, por haber sugerido que Chicas había sostenido relaciones sexuales con su esposa cuando ella era menor de edad. Durante todo el ir y venir de audiencias, de tribunales y de cámaras, Deleón estuvo siempre ahí, de pie, dando la cara por su defendido. Y dio la cara también cuando Bukele se convirtió en candidato presidencial.
Deleón endosó su respaldo, aparentemente incondicional, a su representado durante la campaña. Lo acompañó con rostro de piedra cuando se vio obligado a pagar $50,000 al exsecretario Chicas, en concepto de conciliación. Y estuvo ahí en redes sociales, defendiendo la causa de la renovación política que encarnaba Bukele.
En tiempos que parecen signados por la idea de “estás conmigo o estás contra mí”, Deleón es una voz que resulta difícil de encasillar: aunque en esta entrevista hace una agria crítica a las políticas de seguridad y de comunicación de Bukele, hoy convertido en presidente de El Salvador, cierra dando un voto de confianza, cada vez menos incondicional, al que fuera su cliente.
Anticipándome a lo que va a pasar en redes sociales como reacción a esta entrevista: doy por hecho que casi cualquier cosa que usted diga será leída como una reacción por no haber sido nombrada ministra de Justicia y Seguridad. Es consciente de eso, ¿no?
Sí, es obvio que un montón de gente va a pensar eso. Es válido que piensen así. Pero no tiene ninguna relación con eso. No me arrepiento de haber manifestado mi interés de estar al frente del Ministerio de Justicia y yo sabía que probablemente iba a pasar lo que pasó: que no iba a ser incluida. El presidente está en todo su derecho de poner a la gente de su confianza y ya está. No pasa nada. Sigo haciendo lo que me gusta y obviamente también me gusta decir lo que pienso. Como lo tome la gente no es algo que yo pueda controlar.
¿Sigue siendo abogada de Nayib Bukele ahora que es presidente?
Tenemos una relación cordial y de respeto. Incluso yo le escribo cuando creo que está tuiteando en exceso, por ejemplo, je, je, je… Creo que hay una relación de respeto y de aprecio. Estuve como una de sus abogadas de confianza durante casi cuatro años y yo creo que eso no se ha perdido, porque él muchas veces me ha dicho que reconoce mi capacidad e independencia. Creo que tanto la reconoce que quizá no encaja ahora en esta fase de lo que está viviendo.
Usted llegó a decir que consideraba necesario abrir espacios de diálogo con las pandillas. ¿Esto le dejó fuera del gabinete?
Creo que eso es parte, pero creo que hay otras cosas que también influyeron: tener un pensamiento crítico e independiente te jode para puestos del gobierno y no solo en el gobierno de Nayib. Es más fácil para el que está a la cabeza tener gente que siempre le dice que sí o que siempre le aplaude cuando habla y es complicado cuando la persona que tenés a la par te dice que la estás regando… Hay gente que no valora eso como algo bueno, sino más bien como un potencial problema.
¿Acaso no se ve respondiendo en Twitter “sí, señor presidente”?
No, no, creo que no. No sé… Si me hubiera incluido en la tanda de “se le ordena”, creo que una semana hubiera durado en el cargo. Ja, ja, ja, ja. De hecho, creo que tres días, porque a los tres días comenzó con esa dinámica.
¿Llegó a argumentar frente al presidente su idea de experimentar canales de diálogo y negociación con las pandillas?
Sí, llegamos a platicarlo. Sobre todo antes de que ganara. Él sabe que he trabajado un montón con jóvenes en pandillas y con jóvenes en riesgo y que eso me da una sensibilidad especial en ese tema. Pero no es lo mismo antes que después de ser presidente: yo no consideraba que el Ministerio de Justicia podía ser una cuota exigible de GANA. Eso también puede explicar por qué yo no iba a ser incluida. Eso no lo digo con tristeza, más bien es un orgullo que la gente de GANA no me quiera.
¿Sigue pensando que entablar mesas públicas de diálogo con las pandillas es el camino correcto?
Sí, sigo pensando que es así. Es la única forma de comenzar a ver grandes cambios y que empiece a bajar el nivel de sufrimiento en las comunidades, donde la Policía no tiene el control hoy por hoy.
Precisamente porque las pandillas imponen sufrimiento a las comunidades es que la opinión pública se opone a negociar con ellos.
Eso está pasando negociés o no negociés. Se imponen en la calle, hacen y deshacen, tienen una estructura que funciona mejor que el Estado. El hecho de dialogar no significa ceder.
Negociar, de hecho, se trata de ceder.
Dialogar significa primero escuchar. Plantear las pretensiones de las partes y empezar el proceso de negociación de acuerdo a la ley. De hecho creo que todos han negociado. Ustedes mismos en El Faro han dejado evidencia de que todos han negociado. El huevo es que nadie dice que lo hace y qué es lo que ofrece y qué es lo que pide, pero todos negocian. Es que si te movés en el territorio dark, ellos siempre te van a llevar la ventaja. Esto requiere una solución integral y eso no pasa si no se escuchan todas las partes y la gente va cambiando el chip de que esto no se resuelve a ojo por ojo. Este es un país donde por poner un tuit te desean que te violen a tu hija y que te saquen los ojos. Es una sociedad enferma. En la medida en que el Estado va actuando más como ellos, nos vamos hundiendo más.
¿Cuándo se lo comentó al presidente a él le pareció abominable esa idea?
No, pero tampoco me dijo que estaba de acuerdo. Era una conversación cordial, más bien le noté interés. Creo además que le están dando más publicidad a la represión, pero creo que van a entablar un diálogo. Lo están haciendo. Cuando ves, por ejemplo, que Chamba (Salvador) Alas va a La Campanera… O sea, los que hemos trabajado en las comunidades sabemos que eso no es de que un día le den ganas a uno de ir a la Campanera a tomarse fotos. Eso no ocurre así. Quiero tener esperanza de que la idea del diálogo no está del todo cerrada.
No es una idea popular. El presidente se ha ganado el aplauso de muchísimos salvadoreños precisamente porque asegura que no habrá diálogo. ¿Veía venir usted ese tono y esas primeras medidas?
No, realmente no. Sobre todo porque habíamos conversado y creo que tiene una sensibilidad en el tema de derechos humanos que no me hacía esperar esto. No hay absolutamente nada nuevo. Es el camino más fácil: si se está buscando aceptación eso es lo más fácil. La represión es importante, no digo que haya que renunciar a eso, pero también hay que atender a los que todavía no han delinquido o están siendo instrumento del delito, como los niños a los que mandan a recoger la renta. Es mucho más complejo el problema que “¿quieres ser pandillero?”. Esa es una pendejada. No es un ejercicio de libertad, los bichos no tienen opciones y nadie se las da. Me dan un poco de risa los anuncios de “no te hagas pandillero”; uno dice: híjole, definitivamente no le está hablando a los “bichos”, ese es un mensaje para que la gente le aplauda.
Se supone que para eso está la fase 2 del plan Control Territorial, que el presidente presentó como la fase positiva de su plan.
Ojalá que de verdad le inyecten los recursos necesarios y ojalá que pongan a la gente que tiene la vocación para trabajar con ellos. No deja de dar esperanza saber que Carlos Marroquín está al frente. Aunque han cuestionado un montón a Salvador Alas, puede ser un actor poderoso. Aplaudí el nombramiento de Alas aunque algunas feministas me tiraron piedras. No vas a entrar a resolver un problema de esa magnitud en el territorio, con las cosas que ahí se ven y se viven, con una cabeza cuadrada. No podés. Creo que Salvador tiene ese potencial. Carlos Marroquín también.
¿Los nombramientos en la cartera de seguridad pública los atribuye a un pago de cuota de GANA?
Sí. Osiris Luna, por ejemplo. Es viceministro.
¿Cuánta influencia tiene ese partido sobre el presidente?
El hecho de ver a Osiris Luna con tanta fuerza y que con tanta vehemencia lo hayan colocado en el puesto donde está, yo creo que eso dice mucho. Él es un hombre de confianza del diputado Guillermo Gallegos y tampoco veo en Osiris un perfil técnico tan valioso como para haber sorteado el que no le querían dar permiso en la Asamblea. Por eso creo que GANA pesa en seguridad pública. Que las acciones de represión que se están tomando vienen de ahí. Creo que lo han convencido de que esa es la forma. También habla de eso la presencia de Arriaza Chicas al frente de la PNC, es gente cercana de Gallegos.
¿Conocía al ministro Rogelio Rivas?
Sólo de vista, pero no sé, nunca lo he visto como cerca de algo que tenga que ver con justicia; es decir, la justicia en cualquier país es un tema bien complejo y aquí es todavía mucho más complejo. O sea, aquí la justicia es como un ideal, aquí justicia no existe. Esto es un tema de alguien que tenga conocimiento jurídico, social, y eso no lo veo con Rogelio.
El ministro, hasta dónde sabe usted, ¿era cercano a la órbita de Gana?
No, no lo ubico como GANA. Pero la influencia que yo veo de GANA es Osiris Luna hacia abajo y también ver a Nayib tan convencido de que la primera apuesta sea la represión. ¿Qué produce? ¿Qué soluciona? A parte del placebo para que la gente diga: “qué bueno lo que están haciendo, están sufriendo como nosotros sufrimos”, como si fuera un tema de ojo por ojo, ese tema tan básico lo identifico como un sello de Gallegos, por ejemplo.
Me queda claro que la apuesta inicial en materia de seguridad la tomó por sorpresa.
Una de las virtudes que yo identificaba en Nayib es su audacia. Es decir, tener la capacidad de pensar distinto y decirlo de manera distinta. Al menos en seguridad no lo he visto. No sé si esto que estamos viendo de la represión sea una parte de la negociación que puede venir posteriormente. Es como golpear la mesa y medir fuerzas. Lo imaginé más sofisticado. A parte, por la misma persecución fiscal y judicial que él enfrentó pensé que eso lo iba a marcar en el ejercicio como presidente, en el sentido de exigir el debido proceso, de ser más respetuoso de eso que él mismo sufrió: lo de los ciber ataques o lo de la manzana, esas payasadas que se volvieron juicios y que son una muestra clara de que el sistema de justicia penal es un instrumento político para eliminar enemigos, creo que era suficiente para que él se mantuviera al margen de entrar en esa misma dinámica.
¿Un presidente no puede ordenar en qué celda se debe ubicar a un reo?
No, ese es un procedimiento penal que pasa por un consejo criminológico.
¿Eso lo sabe él?
Pues debería, ¿no? Ordenar en un tuit que se coloque a alguien en una celda de aislamiento de Zacatecoluca no debería surtir efecto jurídico. Por eso es que te digo que es importante la independencia y la capacidad técnica del funcionario, que aunque el presidente le esté ordenando que haga algo tenga la capacidad técnica y moral de decirle que no es posible, en lugar de responder a los dos segundos: “hecho, presidente”.
El presidente ha amenazado a las pandillas con mantener el sistema penitenciario bajo régimen de excepción en tanto no desistan de cometer crímenes. ¿Se puede legalmente amenazar con mantener estas medidas durante un tiempo establecido por él?
No, no puede, porque los estados de emergencia son temporales. Es decir, hay un control judicial que obviamente no depende del Ejecutivo, es la idea de pesos y contrapesos. Creo que el presidente sabe eso, pero ¿quiénes son los que están restringidos de todos sus derechos, incluso de visita profesional? ¿Cuánto vale esa gente? ¿Quiénes son? Son pobres todos. El 90% de los afectados tienen abogados públicos, que si no los representaron cuando estaban siendo procesados, mucho menos lo harán en la fase de ejecución de la pena. Ese es el rango de oportunidad de alargar las medidas y son pocos los jueces de vigilancia penitenciaria que se toman en serio su papel y van a los penales. No es un tema de sentimentalismo, como me dijo Silvio Aquino, es un tema de derechos fundamentales, que es la base del Estado, de la democracia.
Comenzó diciendo que tenía abiertos los canales para poder decirle al presidente con honestidad lo que piensa sobre sus actuaciones ¿Lo ha hecho?
Sí, sobre todo con el tema de despidos y la forma cómo lo estaba manejando en Twitter: le escribí y le dije mi opinión legal. Ahora, yo no soy su asesora, se lo digo como alguien que lo aprecia y que cree que el presidente debe actuar siempre dentro del margen de la ley. Sobre estos otros temas no, porque tengo un conflicto: nosotros conversamos sobre la posibilidad de que yo asumiera el Ministerio de Justicia, entonces creo que ahora venir y decir lo que creo sobre eso, lo más seguro es que me diga, “por eso no sos la ministra”, ja, ja, ja. Creo que es un poco ocioso.
Cuando ha comenzado a cuestionar al gobierno en redes sociales ¿Qué reacciones ha tenido?
Sobre todo de los seguidores. Porque muchos de ellos no soportan absolutamente ninguna opinión que les huela a desacuerdo. Para ellos solo es posible decir sí a todo y creo que eso no es deseable en ningún tipo de relación.
Durante mucho tiempo usted también fue una combativa defensora de Bukele. ¿No se reconoce en las actitudes de esos seguidores?
No, porque de hecho siempre le dije lo que pensaba. No estoy diciendo que yo tengo la razón y que siempre tiene que atender lo que yo estoy diciendo. Creo que desarrollamos confianza y sabía que siempre le iba a decir mi opinión, probablemente a veces era un disparate, pero sabía que yo le diría lo que pensaba. No me arrepiento de haber tenido esa conducta de aplauso y de decir que era la mejor opción, porque sigo pensando que de las opciones era la menos peor.
Hay una distancia entre “la mejor opción” y “la menos peor”.
Sigo pensando que no había otra opción. Es decir, que había que apostarle a esto y creo que es demasiado temprano como para decir que nos equivocamos. Eso lo tengo claro. Creo que es importante criticar, pero también creo que es tiempo de dejarlo que haga. Ya vendrá el tiempo en que rinda cuentas o de ver resultados, porque ese es otro tema, por más publicidad que un presidente tenga, la gente de abajo, la que pone los muertos, la que vive todos los días con la extorsión y las violaciones, esos ahí están.