En su primera aparición durante la emergencia causada por la tormenta tropical Amanda, que dejó 16 fallecidos, 7 desaparecidos y 24 mil familias afectadas en El Salvador, el presidente Nayib Bukele amenazó e insultó, otra vez, a los diputados de la Asamblea Legislativa, a quienes llamó los “compadres” de la Sala de lo Constitucional. Bukele reiteró la amenaza de no pagar sus salarios y auguró que los legisladores pronto van a estar “fuera de la Asamblea Legislativa”, una mención electoral sin miramientos de cara a los comicios de alcaldes y diputados de febrero de 2021. Aunque fue convocada como una conferencia de prensa la noche del 31 de mayo, hubo lapsos en los que pareció más un mitin bajo la lluvia, con decenas de salvadoreños aplaudiendo, vitoreando y tratando de conseguir una foto de Bukele.
“Que Dios los perdone, porque yo no los voy a perdonar. Son perversos, dan asco y ellos lo saben y no lo digo yo, lo dice el pueblo salvadoreño. Son lo peor que ha tenido este país”, dijo Bukele, en un discurso de menos de 20 minutos, desde un podio iluminado con altas torres de luces, instalado en la avenida Las Amapolas, a la altura de la comunidad Nuevo Israel, donde la lluvia se llevó 50 casas y una mujer falleció en el sector Quiroa II.
“Salgan de las casas”, grita un vecino de la Nuevo Israel, en un vídeo que se difundió en redes sociales. El vídeo capta el momento en que dos casas se derrumban por la fuerza de la quebrada El Arenal. En el derrumbe falleció una mujer, Idalia Cruz, de 44 años. La vulnerabilidad de la comunidad no es nueva. En enero de 2018, cuando competía para ser alcalde de San Salvador, Ernesto Muyshondt ofreció ejecutar, en su primer año de gestión, un proyecto de “construcción de bóvedas, muros, terrazas, canchas deportivas, zonas verdes y un puente peatonal para conectar al Sector Quiroa I y II, de la comunidad Nuevo Israel”. La Prensa Gráfica reseñó entonces que “los habitantes del sector Quiroa I y II quedaron incomunicados desde hace varios años porque una corriente de agua arrastró un puente peatonal”.
El presidente Bukele no habló de bóvedas pero aseguró que realizarán, a través del Ministerio de Obras Públicas (MOP), una inversión de $10,000 para la construcción de cada una de las 50 viviendas que sucumbieron ante el agua. No hubo pésame, tampoco hubo recuento nacional de daños en el pronunciamiento presidencial. Fue hasta la pregunta de un periodista que Bukele estimó en $200 millones las pérdidas materiales por la tormenta. El resto de sus palabras fueron una serie de argumentos que el presidente ha repetido cada vez que ha podido, principalmente quejándose por la falta de aprobación de fondos de la Asamblea. “Yo creo que el nivel de aborrecimiento que el pueblo le tiene a los diputados ya llegó a lo más alto posible. No se puede aborrecerlos más”, dijo Bukele, quien una semana antes había decretado un día nacional de oración.
Este reclamo por el “bloqueo económico” es muy parecido al que hacía el FMLN en el quinquenio anterior, cuando Bukele todavía militaba en sus filas. En junio de 2017, con ocasión del tercer año del presidente Salvador Sánchez Cerén, la diputada Norma Guevara se quejó de “el bloqueo a las finanzas públicas que ha sostenido la Sala de lo Constitucional, ARENA y una parte de la derecha empresarial” y acusó a los magistrados constitucionalistas de intentar “una dictadura judicial”.
Con las viviendas de lámina destrozadas como fondo, Bukele exigió “en nombre del pueblo salvadoreño, que aprueben los fondos para el pueblo, los fondos que necesita esta gente, la Nueva Israel y todas las comunidades de El Salvador”.
Esa misma noche, mientras daba su discurso, la Asamblea Legislativa afinaba los detalles para aprobar la incorporación de un préstamo de $389 millones al presupuesto nacional. Los fondos se aprobaron minutos después del discurso de Bukele. El dinero está destinado a las acciones para combatir la emergencia por covid-19 y ahora los daños causados por Amanda. Pero el presidente, en el último discurso de su primer año de gobierno, marcó en el calendario su objetivo: las elecciones legislativas, a nueve meses de distancia.
“El 3 de febrero del año pasado el pueblo salvadoreño les dijo váyanse fuera”, comentó en alusión a su incontestable victoria en la Presidencial de 2019. “Pero, por el sistema electoral que tenemos, las elecciones legislativas son hasta el 2021. Ellos son un resabio, un poco de lo que queda de la podredumbre que teníamos antes en la política”, dijo el presidente.
Ni la doble emergencia -por la lluvia y por la pandemia- convenció a Bukele de hacer un llamado a la unidad. Siguió su apuesta permanente por el conflicto con los otros dos poderes del Estado. Bukele empezó su mandato con un juicio popular para los diputados, que fueron abucheados por la multitud en la ceremonia de toma de posesión realizada en la céntrica Plaza Barrios. Un año más tarde, la diatribas de Bukele contra los diputados, los magistrados o el procurador de Derechos Humanos se han vuelto ya algo común.
El enojo de Bukele la noche de la tormenta alcanzó también para los magistrados de la Sala de lo Constitucional, que han frenado varios de los excesos del gobierno y señalado sus violaciones a la ley. “Declaran inconstitucional lo que la Constitución dice textual, que no necesita interpretación”, se quejó Bukele, a pesar de que una de las funciones de los magistrados es justamente interpretar ese texto. El mandatario también se acordó del 9-F, su irrupción militar a la Asamblea que le costó una condena internacional unánime. “Los convocamos el 9 de febrero para que votaran o no votaran, para que discutiera un crédito como dice la Constitución. ¿Y qué dijeron? Es inconstitucional, es inconstitucional lo que dice la Constitución. No saben leer”, dijo Bukele. Más que una convocatoria a votar, el 9-F fue una medida de presión a la Asamblea y, posteriormente, la Sala le prohibió usar a la Fuerza Armada para poner en riesgo la democracia.
Pero los insultos y desacreditaciones del presidente animan a su base. No es de extrañar, el estilo confrontativo de Bukele lo tiene con más de un 90% de aprobación de la población, según las encuestas más recientes.
“No han aprobado el dinero para los ventiladores mecánicos que ellos mismos puedan ocupar. Ya hasta murió una diputada de Arena víctima del covid', dijo Bukele. Frente a él, un hombre ataviado con un impermeable amarillo con logo del MOP, le respondió a gritos: “¡Que se muera!”. Los habitantes de la Nuevo Israel aplaudieron en varios momentos, sobretodo cuando Bukele insultaba a los diputados.
En la calle había docenas de personas, entre miembros de la comunidad Nuevo Israel, funcionarios, personal de seguridad, y periodistas. Según el gobierno, llevaron 2,500 paquetes alimentarios. Iván Baires, líder comunitario, contradijo ese número y dijo a El Faro que entregarían 1,483 canastas, casi mil menos.
38 personas formaron un pasillo detrás de un furgón y para luego repartir la ayuda en 19 sectores de la comunidad, dijo Baires. Todas las bolsas iban rotuladas como “Bienestar Social”, el nombre de la oficina que este gobierno ha designado para la primera dama, Gabriela de Bukele. “Hasta el momento, solo el gobierno se ha tomado la molestia de traer refrigerios o canastas”, dijo Baires.
Cuando Bukele terminó su discurso, se dirigió al camión para hacer entrega simbólica de paquetes. Baires era quien ordenaba en una fila a las personas que recibieron bolsas de mano del presidente. Otras vecinos solo estaban parados viendo al presidente, bajo una lluvia tenue pero persistente, tomando fotos, grabando en vivo con su celular, o aplaudiendo mientras Bukele decía aquellas palabras exaltadas. Dos mujeres jóvenes se pusieron de espaldas al mandatario, mientras aún hablaba, para sacarse una selfie.
“Nosotros amamos este pueblo, lo amamos. Y ellos nos aman a nosotros”, dijo Bukele en su discurso. Tras un año en la Presidencia, las encuestas y apariciones como estas le dan la razón.
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Al siguiente día, este 1 de junio, desde el puente Agua Caliente en Soyapango, Bukele abrió el segundo año de su gobierno dando un discurso a pobladores afectados por la tormenta que le aplaudían y vitoreaban. 'Yo oí seis horas de injurias (de los diputados) y nadie dice nada', dijo en referencia a la plenaria legislativa del domingo 31 de mayo. 'Vine yo y digo la verdad y dicen que doy discursos de odio', dijo. En el primer discurso de su segundo año como presidente, antes de repartir bolsas de víveres, volvió a referirse a las 'mafias' y 'grupúsculos' que controlan la Asamblea Legislativa, y se quejó de la cobertura que los medios de comunicación hacen de su mandato.