A medida que terminan de llegar los resultados de la elección del 28 de febrero queda cada vez más claro el panorama de la próxima Asamblea Legislativa: nos gobernarán promotores del machismo. Más allá del número, los perfiles ganadores auguran que en los próximos tres años el pensamiento hegemónico será conservador y machista. Dicho de otra forma: los resultados del 28F revelan que un candidato abiertamente machista es más popular para los electores que cualquiera de sus contendientes mujeres, sea o no del mismo partido. Walter Araujo es solo uno de los más emblemáticos ejemplos, pero hay más y parece que aún no los conocemos.
Solo 24 de las 84 curules de la próxima Asamblea Legislativa estarán ocupadas por mujeres. Esta cifra marca un nuevo punto bajo en la representación de mujeres desde hace más de un década. De esas 24, solo ocho no están vinculadas al mismo partido en cuyas filas no ha habido reproches para ninguno de sus correligionarios machistas. De todas las diputadas que asumirán el 1 de mayo de este año, solo una se reconoce abiertamente como feminista y a favor de los derechos de las mujeres y la población LGBTI.
Una mujer que estará en un pleno en el que Walter Araujo tendrá poder. Un poder que cree merecer por su amplia red de apoyos y por ser uno de los más populares entre Nuevas Ideas. La burla contra los opositores del Gobierno fue uno de los cimientos que le ayudó a construir su camino de regreso a la política. Además de su cuenta de Twitter, se redimió con un programa de YouTube en donde habla de “los mismos de siempre” como si no hubiera sido parte fecunda de ellos: fue fundador de Arena, renovador de la bancada tricolor de los tiempos de Francisco Flores; candidato a alcalde de Gana.
Su chabacanería en distintas redes empezó a convertirse en una plataforma de ataques sistemáticos contra las mujeres. La principal destinataria de estos era la abogada y excandidata por San Salvador Bertha María Deleón, quien logró la inhabilitación de la candidatura de Araujo, vía medida cautelar de la Sala de lo Constitucional, no solo como diputado, sino como candidato a cualquier otro cargo público mientras dure el proceso judicial. No voy a reproducir los comentarios que de ella se hicieron desde esa red social porque no me interesa revictimizar a nadie, pero baste decir que lo menos grave que se dijo de ella es que era “tóxica”. El de Araujo, hoy lo sabemos, solo es un ejemplo.
Y Bertha tampoco fue la única, ya desde antes se invitó a los seguidores del partido a hacer comentarios burlones de la apariencia de la diputada efemelenista Cristina Cornejo, una de las mujeres que se plantó con mayor resistencia frente a los emisarios del presidente que llegaron a negociar a la Asamblea desembolsos de dinero para financiar los gastos de la pandemia. Lo hicieron también en la contienda electoral de 2018, cuando competía como candidata propietaria la ahora embajadora en Washington Milena Mayorga, a quien le hurgaron el baúl de los recuerdos para echarle en cara que tomaba cerveza y se divirtió alguna vez en su vida. Lo hacen por deporte, porque pueden y porque las posibilidades de perder algo son mínimas.
La caída de la candidatura de Araujo marcó un precedente importante para romper la impunidad que alimenta las expresiones de violencia contra las mujeres, pero, como ya es costumbre, ni siquiera una orden de la Sala ha podido evitar que siga acumulando poder. Ernesto Castro, el rostro más votado de Nuevas Ideas en San Salvador, manifestó su respaldo a Araujo garantizándole que él tendría un puesto en la Asamblea, pese al comportamiento que le costó su candidatura. Aun así, a pesar de lo público de su comportamiento, y de que sobre él pesaba una denuncia por incumplimiento de cuotas alimenticias, nadie en el sistema vio un problema con su candidatura. En la próxima legislatura también tendrá mucho poder Carlos Hermann Bruch, señalado en redes sociales por distintas periodistas y mujeres de acosar, a veces a menores de edad, a través mensajes privados en Facebook y Twitter. 'Soy como dios, dejad que las niñas se acerquen a mí' es solo uno de los mensajes que ha publicado en algunas de sus redes.
También estará en la próxima legislatura que inicia el 1 de mayo un caso que conocimos en el último tramo de campaña: Eduardo Amaya, diputado electo por San Miguel, quien ha dicho que la mejor manera de coaccionar a una mujer es amenazándola con matar a su madre. Nada de eso importó; fue el más votado por ese departamento.
Estas prácticas son tan antiguas como una cucaracha; pareciera que son tan difícil de exterminar como esos desagradables bichos que escalan tuberías y que a veces sorprenden con un par de alas. El machismo está en la casa, en las escuelas, en el trabajo, en el gimnasio, en la calle, en la playa, en el restaurante, el bar, Twitter, Youtube, el periodismo, la FGR, la Asamblea, la Corte Suprema de Justicia y Casa Presidencial. No nacemos siendo machistas, pero sí es algo que se nos repite desde que estamos en el vientre y su reproducción se nos impone a menudo como conducta ejemplar. Calladas, se nos dice, nos vemos “más bonitas”, debemos honrar el don de la obediencia. Ellos, en cambio, mientras más fuerte hablen, mejor. Y si la voz no les alcanza, tienen a su disposición todos los micrófonos.
Ojalá pudiera estar diciendo todo esto desde el falaz argumento de una generalidad o desde el sesgo que mi experiencia o la de alguna conocida ofrece. Las voces de las mujeres que han confiado en mi reporteo en los últimos cuatro años investigando hechos de violencia contra las mujeres me sostienen. Pero si eso no fuera suficiente, ofrezco como prueba la recién finalizada contienda electoral y sus resultados. Como nunca, el desprestigio a las mujeres por su apariencia y lo que representan (sea el partido, su ideología, sus luchas, incluso su experticia) fue un factor determinante para ganar seguidores y, sobre todo, votos.
Estar cobijado por la N de Nayib o contar con su beneplácito es más poderoso que la absolución del mismísimo papa. Hace que desaparezcan todos los pasados, sea este político, violento o corrupto, al mismo tiempo que asegura un camino de éxito e impunidad. Nada extraño para quien la violencia contra las mujeres es invisible, a menos que se pueda beneficiar de ella. En su afán por demostrar que desde que él llegó a la presidencia este es un país más seguro, en julio 2019 celebraba que no había habido homicidios, a excepción de un feminicidio “pasional”. Es cierto, hay menos homicidios en general, por razones que no conocemos ni ha explicado el presidente, pero eso no significa que las mujeres vivamos en el paraíso.
Hubo en 2019 una ola de asesinatos de mujeres trans, a ritmo de casi una por semana (en el lapso de siete semanas), sobre la que decididamente enmudeció. Lo mismo luego con la escalada de violencia doméstica y feminicida durante los primeros tres meses de cuarentena domiciliar. Entre el 21 de marzo y el 14 de mayo, la Red Feminista contra la Violencia Contra las Mujeres reportó 18 feminicidios. Lo único que lo hizo romper el silencio fue una estadística que, por supuesto, lo hacía quedar bien. El 4 de junio de 2020, en una conferencia que pretendía ser su versión de informe a la nación por su primer año de Gobierno, se jactó de un descenso del 61 % de la violencia contra las mujeres desde que él había llegado al poder. Arremetió contra las feministas y las acusó, como lo ha hecho con otros defensores de derechos humanos, de ser satélites del FMLN.
Ahora el presidente también enmudece ante el acoso que un hombre acreditado por Radio Nacional como periodista ante el TSE hace contra mujeres del FMLN presentes en el escrutinio final. En sus comentarios mezcla insultos con lo que a él seguro le parecen inocentes piropos sobre la apariencia física de Daniela Genovez y Karina Sosa. “Van a decir que es acoso sexual”, le murmura entre risas uno de sus acompañantes. Cuestionado por la prensa sobre los mensajes proferidos por alguien con una acreditación de un medio estatal, Ernesto Castro dijo que “eso habría que preguntárselo a los youtubers”, porque “este es un país democrático, donde cada quien puede expresar sus preferencias con las personas que sea”.
Para lo que sí existió condena gubernamental este fin de semana fue para la pinta que distintas mujeres hicieran de paredes y monumentos en el marco del 8M. Sobre las paredes del Palacio Nacional, el suelo de la Plaza Barrios e incluso patrullas y motocicletas de la PNC, se dejaron los mensajes “la Policía no me cuida”, “Por las que nos faltan”, “Aborta a tu Nayib, Walter y Bruch”, entre otros. Para el final de la tarde, las paredes estaban pintadas nuevamente, y los protectores del patrimonio cultural respiraban tan tranquilos como cuando bloquearon el trabajo de los técnicos del Ministerio de Cultura que se opusieron a las restauraciones de esa misma plaza y las adyacentes por ir en contra de la Ley.
Es tan impopular que las mujeres defiendan sus derechos y se manifiesten contra el beneplácito de esta que se da desde el Ejecutivo, que a medida que la marcha se acercaba al centro histórico de San Salvador (el ícono de la administración Bukele cuando estuvo al frente de la alcaldía capitalina), las vendedoras a la orilla de la avenida España gritaban desde sus puestos “vayan a buscar qué hacer” cuando las consignas eran contra el mandatario. Por la tarde, circuló entre los seguidores del presidente un video de una mujer al pie de la estatua de Gerardo Barrios –en la que también habían sido pintadas algunas consignas– que reclamaba con indignación que esas acciones no eran las de una “verdadera feminista”, sino la que se queda trabajando por limpiar el monumento.
El panorama se pinta desesperanzador, si a eso le sumamos que ha quedado una sola mujer haciendo resistencia en un mar de promotores del machismo y el conservadurismo más puro y duro. Vienen tiempos de resistencia. Hace un siglo, en 1921, fueron las mujeres vendedoras de los mercados de San Salvador quienes se tomaron las calles para protestar contra las pésimas condiciones de vida y la represión implementada por la tiranía de los Meléndez Quiñónez. Para finales de ese mismo año, en noviembre, las mujeres habían logrado la aprobación del sufragio femenino. Ojalá no fuera necesario, pero resistir es la (e)lección.