El jueves pasado publiqué en este periódico una columna cuyo propósito era compartir información sobre los candidatos y sugerir parámetros que permitieran al votante tomar una decisión informada y consciente en las elecciones del domingo 4 de marzo. Cuatro días después, aun a la espera de los resultados definitivos que entregará el Tribunal Supremo Electoral, hay ya suficiente información para hacer un balance preliminar de los ganadores y perdedores de las elecciones municipales y legislativas para el periodo 2018-2021.
Pierden, para empezar, los esfuerzos anticorrupción. Los meses de campaña previos a la elección se vieron marcados por una variedad de denuncias, provenientes de diversos sectores y enfocadas en exponer a quienes, tras beneficiarse de un sistema corrupto y poco transparente, buscaban un cargo público este domingo. Muchos de ellos —diputados acusados de enriquecimiento ilícito, candidatos que se sentaron a mendigar votos con criminales, alcaldes que fueron condenados por omitir justificaciones por más de $1 millón— fueron electos de nuevo. Está claro que estos políticos guardan en sus estructuras partidarias el poder de manipular al votante más vulnerable, aquel con escasa formación y poca capacidad crítica, o acceso limitado a información decisiva.
Y queda más claro aún que aquellos que estamos comprometidos con erradicar la corrupción y promover la transparencia debemos intensificar, pero sobre todo expandir, los esfuerzos para denunciar a los corruptos y llevar a todos los votantes la información necesaria para que tomen una decisión consciente y más sana para el país.
Pierden el FMLN y Gerson Martínez. Los resultados preliminares no permiten hacer un análisis completo de la situación del Frente ni un pronóstico afinado sobre lo que le espera al partido de izquierda. Pero el domingo quedó plasmado en las urnas lo que las encuestas de opinión habían venido advirtiendo hace meses: que, después de nueve años en el poder, el FMLN ha fracasado en su intento de enfrentar de manera efectiva los retos más importantes del país. Con su primer presidente autoasilado en Nicaragua y condenado por enriquecimiento ilícito, y con el actual mandatario incapaz de llegar a una calificación de seis en las encuestas desde que llegó al poder, el Frente no debería verse sorprendido por los resultados desfavorables.
El domingo en la noche, mientras los resultados comenzaban a marcar la tendencia en favor de Arena, la Directora del Instituto Nacional de la Juventud, Yeymi Muñoz, compartió una reflexión en Twitter: “Solo diré que fomentar el odio y el revanchismo no resolverá los problemas del país…”. Muñoz tiene razón. El rol de Arena como oposición también ha sido sumamente reprochable y será imposible sacar al país adelante desde una cultura de división. Sin embargo, sería irresponsable que el FMLN y su cúpula consideren estos resultados como cualquier otra cosa que un mensaje claro de desconformidad de la ciudadanía.
Su precandidato presidencial, Gerson Martínez, se verá afectado por los resultados del domingo. Aunque su campaña presidencial —de ratificarse— navegará con el viento a favor de los privilegios que desafortunadamente significa tener a su partido en el control del Estado, su camino será cuesta arriba. Su mayor reto será cambiar la percepción que la ciudadanía tiene del FMLN y de la labor que el partido de izquierda ha realizado durante sus dos periodos en el Ejecutivo. Si el exministro de Obras Públicas no logra distanciarse de los fracasos del Frente le será muy difícil escapar a la onda expansiva del duro voto de castigo que su partido recibió el domingo.
Pierden, por último, los candidatos independientes. Pese al descontento que en el ultimo año anunciaban las encuestas, los primeros resultados de la elección del 4 de marzo muestran una tendencia clara a favor de los partidos grandes. Aun con resultados desfavorables para el FMLN, la mayoría de los votos del domingo se concentra en las barras roja y tricolor.
Sigue siendo muy temprano para hacer un análisis completo del rol que los partidos pequeños jugarán los próximos tres años, pero con los datos actuales parece casi imposible que en la legislatura 2018-2021 un candidato independiente ocupe una curul. Los no partidarios enfrentaron dificultades en casi todas las etapas del proceso electoral y, aunque no me atrevería a decir que el sistema confabuló en su contra, con certeza no jugó a su favor. Pero los votantes no parecen haber premiado el esfuerzo de aquellos que finalmente lograron inscribir nombre en una papeleta.
Gana, aunque suene a tópico, la democracia. La economista Carmen Aída Lazo escribió el domingo en la noche un tweet que lee: “A pesar de todas las críticas que suele recibir la democracia, sigue siendo una herramienta eficaz para que la ciudadanía envíe mensajes claros a los gobernantes”. Suscribo plenamente el planteamiento. En un país como el nuestro, donde no todos tienen el mismo acceso a la información y donde los políticos sustituyen propuestas por ventiladores y delantales, la democracia se convierte en una herramienta particularmente compleja, pero no por ello menos útil.
Las elecciones del domingo son un ejemplo claro del potencial que esconde el poder de la ciudadanía. Luego de años de fracasos en las áreas de seguridad, educación y economía, el electorado castigó al FMLN en las urnas. El reto es ahora desarrollar este potencial democrático ampliando sus efectos, educando e informando, y logrando un país con menos políticos corruptos y más funcionarios comprometidos con el desarrollo nacional y el bienestar de los ciudadanos.
Es importante destacar aquí la labor de las instituciones y las personas encargadas de montar y desarrollar las elecciones del domingo. Previo a la votación, muchos criticamos el rol del Tribunal Supremo Electoral basados en lo que percibíamos como desorganización y negligencia sistemática de la institución. Sin embargo, al hacer balance, y con la información que arroja la primera noche de recuento, me parece justo destacar la labor del TSE, así como de la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada, en el desarrollo eficiente de las elecciones. Como es importante denotar el rol de todos los observadores, vigilantes y miembros de las Juntas Receptoras de Votos y su compromiso democrático.
Gana, claro está, Arena. Con menos del 50% de los votos escrutados al cierre de este artículo, ya está claro que el gran ganador en términos políticos y electorales es Arena. A menos que algo extraordinario suceda, el partido de derecha dominará la Asamblea Legislativa y conservará las alcaldías de Santa Tecla, Antiguo Cuscatlán y Santa Ana. Y todo indica que, a pesar de sus reuniones con pandilleros de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 en 2014, Ernesto Muyshondt será el nuevo alcalde de San Salvador.
Vistas las encuestas prevías a la elección y el rol del FMLN en el Ejecutivo, se podría decir que la victoria de Arena era predecible. Pero no debemos perder de vista que el partido que ganó el domingo es el mismo que tiene a un expresidente de la República presó en Mariona por un desfalco de cientos de millones de dólares. El partido que ganó el domingo es el mismo que utilizó fondos destinados a las víctimas de los terremotos de 2001 para financiar la campaña presidencial del hombre que hoy guarda prisión en el Sector 9 de Mariona. Decir que el hombre es un traidor, que los $10 millones de Taiwan son errores del pasado suena conveniente, pero no significa que los ciudadanos tengamos que olvidar tan fácil.
Arena no ha cambiado. Lo sé porque según este partido y sus militantes, El Salvador sigue siendo la tumba donde los rojos terminarán. Porque, aunque los eslógan y las cuñas hayan cambiado, las ideas de su cúpula siguen siendo las mismas. Espero por el bien de todos que las personas propositivas y responsables que han logrado colarse y permanecer en las filas del partido tricolor logren mayor protagonismo en Arena y en las instituciones públicas que estarán a su cargo. De no ser así, lo que hoy se percibe como una victoria rotunda se convertirá fácilmente en una oportunidad desperdiciada.
Y ganan, finalmente, los corruptos. Pocos días antes de la elección El Faro reveló que Milagro Navas, alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, había sido condenada por la Corte de Cuentas de la Republica por no justificar, junto al resto de la directiva de COMURES que ella presidía, más de un millón de dólares en fondos públicos gastados en 2008. Unos días antes, este mismo periódico hizo publico que, según un testigo de la Fiscalía General de la Republica, el candidato Ernesto Muyshondt habría entregado decenas de miles de dólares en 2014 a la Mara Salvatrucha. El testigo relató, también, que ese dinero se había utilizado para comprar cocaína. Meses antes, la Revista Factum y El Faro habían revelado que Muyshondt no fue el único en negociar con las pandillas: el exministro y candidato a diputado por el FMLN Benito Lara hizo lo mismo en 2014. Todo parece indicar que tanto Muyshondt como Navas gobernarán sus respectivos municipios. Falta ver si Lara logrará la diputación.
Seguimos también a la espera de resultados que nos permitan confirmer la salida o no de la Asamblea de personajes cuestionados como Guillermo Gallegos, José Luis Merino o Cristina Lopez, por nombrar solo a tres. Por ellos no podemos preocuparnos aun y solo nos queda esperar que su dañino rol como funcionarios públicos haya bastado para que la ciudadanía les negara una nueva entrada a un cargo público. En cuanto a Muyshondt, Navas y los otros políticos cuestionados que lograron elegirse o reelegirse, no hay más camino que seguirlos cuestionando. Que seguir denunciando. Y que dedicarnos a generar mejores opciones que prioricen las necesidades de la ciudadanía; no de su partido, no del candidato, no del financista del candidato, sino del ciudadano.