Cuando la información se convierte en pan
Mónica González
Sin bombos ni fanfarrias ni anuncios oficiales, y sin que los periodistas entendiéramos a cabalidad lo que eso significaba, el buen periodismo se ha ido convirtiendo en un registro histórico. Nunca imaginamos que cuando hurgábamos en los episodios más violentos y oscuros de nuestro pasado reciente podíamos aportar una página a la falta de verdad y justicia que hemos debido enfrentar en distintos países de América Latina. Habría sido muy pretencioso pensar que, cuando hacemos bien nuestro trabajo, escribíamos una página para la memoria colectiva.
Y así es. Y cuando falta se siente, se reclama. Eso fue lo que el lector Carlos Flores Manzano reclama a El Faro cuando escribe a esta defensoría exigiendo saber “por qué borran reportajes antiguos relacionados al patrimonio cultural, como los de las obras del bulevar monseñor Óscar Arnulfo Romero, antes Diego de Holguín, y otros como los del sitio arqueológico El Cambio, que fueron publicados alrededor de 2007 a 2012”.
Antes de dar respuesta a Carlos Flores y a una inquietud de varios lectores, es necesario hacer una precisión. Para que nuestros reportajes, crónicas y entrevistas lleguen a ser un trozo de memoria colectiva, deben cumplir varios requisitos. Rigor, búsqueda exhaustiva y ética al recoger la información, y veracidad e independencia al convertirla en una historia, son algunas de esas exigencias. Y eso es lo que los lectores y el equipo de El Faro deben cautelar día a día para alimentar nuestro “patrimonio cultural”.
Deficiencias en los registros
Lo primero que hay que dejar en claro en que en El Faro no se borra ninguna información. Los reportajes, notas o columnas a los que se refiere el lector Carlos Flores no han sido borrados. La explicación es mucho más simple, y habla también de la precariedad con que se creó El Faro y con la que debe lidiar para seguir siendo independiente. Esto es lo que he recogido sobre este problema en la dirección de El Faro:
“Es cierto que publicaciones de El Faro anteriores a 2012, especialmente las de años como 2008 o 2009, a menudo no aparecen disponibles o contienen links que no funcionan. Se debe a problemas técnicos que el periódico ha arrastrado a lo largo de su historia y que aún hoy tratamos poco a poco de solucionar."
"Hay que recordar que el proyecto de El Faro (que acaba de cumplir 20 años) se construyó con muy pocos recursos y en una época en la que la comprensión de internet y sus usos y necesidades futuras era, al menos en nuestro caso, rudimentaria. Ser el primer medio nativo digital de América Latina no solo entrañó desafíos; también tuvo sus precios: por un lado, años atrás perdimos parte de nuestro archivo por el incumplimiento de contrato de un proveedor que alojaba nuestro sitio; por otro, cometimos errores al migrar a nuevos diseños y formatos de página. Como resultado, hay vacíos en nuestro archivo. Mejorarlo es una de nuestras prioridades a corto plazo”.
Sobre los temas específicos por lo que se interesa el lector Carlos Flores, el equipo técnico de El Faro aporta links a publicaciones hasta de 2006, aún disponibles, que rastrean el impacto medioambiental de las obras de la Diego de Holguín , la edificación sistemática en áreas naturales protegidas , el golpe para la vida de cientos de familias habitantes en la finca El Espino, o los primeros indicios de corrupción . En cuanto a El Cambio, aún se pueden encontrar en la web algunas notas publicadas por El Faro sobre los primeros planes de lotificar sobre el sitio o la detención en 2010 del que fuera Director de Patrimonio , Héctor Sermeño, por este caso.
El misterio de Amelia Bolaños
Y si se trata del rigor del periodista, es necesario que haga una autocrítica personal sobre un acápite de mi primera columna como Defensora del Lector. Lo peor es que no fui yo quien se percató del error, sino un lector el que me escribió con un lenguaje que fue en sí otra lección de humildad.
Wil Jovel escribió expresando primero su satisfacción por esta instancia: “Creo que son el primer medio de comunicación del país que cuenta con esta figura. Mi respeto por su iniciativa y por la capacidad de autocrítica de la dirección de El Faro”. Y acto seguido señaló: “Quería compartir con usted un breve comentario sobre la historia de Amelia Bolaños, que usted menciona en su columna. Creo que la historia no corresponde a la realidad, pues, en El Salvador ni siquiera existía el Diario “El Nacional” en esa época. Desde que leí la crónica de Ryszard Kapuściński en otro medio hace varios años, he tratado de ubicar datos sobre Amelia Bolaños en diversas fuentes de la época y no he podido encontrarlos. Pienso que Ryszard solo quiso representar las pasiones que genera el fútbol con esa historia. Sé que El Faro colocó una nota aclaratoria en el sentido de que el autor, en ocasiones, mezclaba hechos con ficción, por lo que la crónica no debe entenderse literalmente”.
Concluye así el correo: “Me parece que hay que remarcar siempre que es una historia no comprobada, para evitar que se siga difundiendo”. ¡Qué elegancia la de Wil Jovel para enfatizar la necesidad del rigor! Asumo mi error y prometo esmerarme para no incurrir en una nueva falta.
Aprovecho para agradecer a tantos lectores que en sus correos manifiestan su pasión por el fútbol y también su ferviente deseo de contribuir a erradicar el machismo del deporte y de los distintos ámbitos de la vida cotidiana. Como Héctor Martínez, quien plantea que el fervor por ese deporte no nos puede hacer olvidar las historias que hay detrás de los equipos, como el esfuerzo y discriminación que impregna la camiseta de la mayoría de inmigrantes que integran la selección de Francia. Y agrega: “O la selección de Bélgica, tan exitosa en este Mundial, que tiene también jugadores descendientes de los migrantes de sus excolonias, tanto que hasta un rey belga era propietario de un país africano, el Congo Belga”.
Héctor Martínez concluye con una declaración que representa en su esencia lo que varios lectores han escrito en estos días y que me regocija: “No admiro para nada el machismo, ni en la calle ni el hogar, pasando por la escuela, el colegio, la universidad, las agencias de cooperación, la empresa privada de cualquier tamaño, la policía, el gobierno y mucho menos en un medio de comunicación. Me uno a ustedes en su pretensión de erradicarlo, inclusive de erradicar lo que constituye el caldo de cultivo: la impunidad de todo tipo; la impunidad social, no solo la judicial”.
(La defensoría del lector de El Faro fue creada el 1 de junio de 2018 y se rige por un reglamento disponible aquí. Puede enviarle preguntas o comentarios a [email protected].)