El Salvador / Desigualdad

Los apóstoles del bitcoin

Más que una moneda, bitcoin es una religión. Surgió de las ideas de unos apóstoles de libertad y activistas perseguidos por el gobierno. Sus usuarios y creyentes hablan de él con fervor. ¿Cómo evolucionó a millonarios usando helicópteros militares para promover un proyecto gubernamental? Esta es la paradoja de El Salvador. 


Viernes, 4 de marzo de 2022
Nelson Rauda

Tres meses después de conocer la palabra bitcoin, de escuchar lo afortunados que éramos los salvadoreños por haberlo adoptado tan pronto, de ver lo inútil que era hacer cálculos de equivalencia en dólares porque el precio cambia diariamente y de tratar de explicarle a medios internacionales cómo era vivir en un país que usa los frijoles mágicos más populares del Internet como moneda, me enviaron a Miami a conocer el paraíso.

Bitcoin es, por supuesto, una moneda digital, pero esta no es una historia financiera. Si lo fuera, quizá debería haber ido a Nueva York, con el toro de Wall Street y los corredores de bolsa. Bitcoin no es solo una moneda. Ocho meses después de empezar a conocer miembros de la comunidad bitcoin de Estados Unidos, de Venezuela, de Senegal y Egipto, de Holanda e Inglaterra, Guatemala y El Salvador, algo en su lenguaje y en su actitud me hace pensar en ellos como miembros de un culto religioso. 

“Hay que entender la teología de liberación espiritual de bitcoin, el resto es fácil”, dice el gurú Max Keiser, un ferviente porrista del caso salvadoreño de adopción de bitcoin y de uno de los apóstoles más populares, el presidente Nayib Bukele. “Es más fácil que se apague el sol a que el precio de bitcoin se reduzca a cero”, me dijo un empresario de bitcoin guatemalteco. Alex Gladstein, un activista de bitcoin y de derechos humanos, enlista la moneda a la par de lo que considera logros equiparables de la humanidad: las pirámides de Egipto, la capacidad de volar, la llegada a la luna, la energía nuclear. 

 

Es común ver autos de lujo circulando en Miami Beach y desde mil dólares al día se puede alquilar un Lamborghini como estos exhibidos en la Avenida Collins. Las compañías incluso ofrecen alquileres por horas. Foto de El Faro: Nelson Rauda
Es común ver autos de lujo circulando en Miami Beach y desde mil dólares al día se puede alquilar un Lamborghini como estos exhibidos en la Avenida Collins. Las compañías incluso ofrecen alquileres por horas. Foto de El Faro: Nelson Rauda

Todos parecen personajes de Ayn Rand, la filósofa libertaria: son titanes, hombres insumisos y pioneros, su moneda es el fuego de Prometeo, el fruto prohibido de Adán. “Crear un sistema monetario que nadie puede corromper puede ser nuestro logro más improbable e impresionante”, dice Gladstein. “Sí, parece religioso”, admite. “Quizá deberíamos comparar bitcoin y la cristiandad por un segundo…”

Como el cristianismo, el bitcoin tiene un fundador misterioso, un texto sagrado, y apóstoles. “Creo que dentro de 10 o 20 años habrá una religión organizada alrededor del bitcoin”, dice Alex Gladstein. Pero, dice que el bitcoin es más real que el cristianismo. “Una cosa es creer en Jesucristo y tomar la Eucaristía. Pero eso requiere estirar la imaginación porque no hay nada físico. Bitcoin es real: es matemática respaldada por energía, no se puede crear de la nada”, dice. 

Aunque suena como John Lennon cuando dijo que los Beatles eran más grandes que Jesús, Gladstein no es un fanático, ni un extremista ni una excepción en el mundo bitcoin. Es uno de los organizadores del evento por el que llegué a Miami. Su cargo es muy serio: director de estrategia de la Fundación de Derechos Humanos (HRF, por sus siglas en inglés). La fundación organiza el Oslo Freedom Forum, una conferencia que reúne a activistas con artistas, empresarios y periodistas, una especie de festival Coachella de derechos humanos. En Miami fui a buscar a algunos de esos apóstoles y evangelistas que han convencido al presidente de un país pobre como El Salvador de gastar unos 200 millones de dólares para creer en el sueño que nos sacará a todos de la pobreza.

Eso es exactamente lo que la publicidad dice. “¿Tenías 10 dólares en Bitcoin en 2010? En agosto de 2021 son 500,000 dólares. No pierdas los próximos 10 años”, dice el copy de Binance, una casa de intercambio de criptomonedas. Celebridades como Kim Kardashian, el basquetbolista Stephen Curry, el jugador de fútbol americano Tom Brady han publicitado inversiones en criptomonedas. Hubo seis anuncios de empresas cripto en el Súper Tazón de 2022. El actor Matt Damon estelariza un anuncio de crypto.com, la misma plataforma que patrocina al PSG y que compró los derechos para renombrar el Staples Center, el estadio donde juegan los Lakers de Los Ángeles. Peter McCormack, un empresario de bitcoin inglés, compró al Real Bedford, un equipo de fútbol que compite en la décima división y se trazó el objetivo de llevarlo hasta la liga Premier, y usar bitcoin como estrategia comercial para hacerlo.  El Salvador se convirtió en un hito para la comunidad de creyentes desde que, en junio de 2021, el presidente Bukele anunció la adopción de bitcoin como moneda legal. En la avenida Jerusalén, de San Salvador, hay una gigantografía que muestra a un hombre sonriente —la escena cripto está llena de hombres— y dice: “Santiago Acevedo, 28 años. Dueño de su negocio global en Paxful. Sé el próximo. Invertí en bitcoin”.

Tres días después de oír el evangelio del bitcoin en los lujosos hoteles de Miami, sentado en una playa de arena blanca y aguas cristalinas, empecé a pensar en lo que decían. Aquí me podría convertir en un hombre nuevo, manejar por la costa en un Lamborghini naranja para ir a ver los murales del barrio de Wynwood. Aquí con las muchachas en los bikinis diminutos y los muchachos de cuerpos bronceados en busca de la ola perfecta.  Aquí en Miami Beach, donde el invierno no llega y nadie fracasa, y la edad promedio es 23. Mi trabajo sería acostarme bajo el mismo sol que Camila Cabello y Pitbull y mantener la esperanza. Podría pedir un coco o un trago tropical que se viera bien en Instagram, usar lentes oscuros, posar sin camisa para lucir mi bronceado y, dentro de 10 años, contarle a todos como es mi vida porque compré una escalera al cielo llamada bitcoin.

 ***

El mito creacionista de bitcoin es una historia sobre liberación, sobre levantar a los desprotegidos y confrontar a los poderosos. En Miami, el portador de este mensaje es Nic Carter, un veinteañero, inversionista de bitcoin, con nombre de estrella pop, mocasines sin calcetas, traje sin corbata y lentes de sol en el saco.

La génesis de bitcoin, dice Carter, se remonta hasta los setentas. En 1976, Whitfield Diffie, implementó por primera vez la criptografía, el cifrado de mensajes usado en el ámbito militar y gubernamental, para fines civiles y académicos. Diffie creía que la criptografía era “una herramienta poderosa para proteger a los individuos de un adversario poderoso”. Casi una década después, otro criptógrafo, David Chaum publicó una profecía. En 1985, Chaum escribió que “se están plantando los cimientos para un estado dossier en el que las computadoras serán utilizadas para inferir los estilos de vida, hábitos, ubicaciones y asociaciones de los individuos”. Como lo que Facebook o Amazon hacen ahora.

En 1988, otro apóstol del cripto, Tim May, escribió el “Manifiesto cripto anarquista”, en donde predijo el comercio electrónico y la piratería. En 1992, en San Francisco, California, May se empezó a reunir con un grupo de personas alrededor de estas ideas de libertad y privacidad. Se apodaron los cipherpunks, un juego de palabras en inglés entre el género de ciencia ficción ciberpunk (Blade Runner o la trilogía de la Matrix) y la palabra cipher, cifrado. Los cipherpunks creen, esencialmente, que la privacidad es importante, que pedir al Estado que la proteja a través de mecanismos electorales o políticos es inútil, y que la mejor forma de hacerlo es escribiendo código y desarrollando programas que permitan hacerlo. Además de sus reuniones, los cipherpunks crearon una lista de correo electrónico que es algo así como un lugar sagrado. 

El Salvador fue sede de la
El Salvador fue sede de la 'Semana del bitcoin' en noviembre del 2021. Muchas empresas que promueven el bitcoin visitaron el país. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Tal como Moisés recibió los 10 Mandamientos en el Monte Sinaí, el fundador del bitcoin, Satoshi Nakamoto, usó esa lista de correo para publicar el texto sagrado de bitcoin, el Libro Blanco, 16 años más tarde. 

Nakamoto es el seudónimo bajo el que se publicó el texto fundacional de bitcoin, el 31 de octubre de 2008.  Nadie sabe su género o incluso si se trataba de un grupo de personas. En 2011, la revista New Yorker publicó una historia que buscaba identificar a Nakamoto, pero solo llegó a deducir que su estilo de escritura era inglés británico. En el mito creacionista, Nakamoto es el gran liberador, el mesías. Su Libro Blanco o ‘white paper’ describe los fundamentos técnicos del bitcoin. 

El documento describe así qué es bitcoin: “una forma de dinero en efectivo electrónico puramente entre pares que permite enviar pagos en línea directamente entre las partes y sin pasar a través de una institución financiera”. En su invención, el rol de un banco para garantizar la moneda y las transacciones, lo cumple una red de computadoras.

En vez de confiar en un banco, los creyentes confían en una red de computadoras que realizan las operaciones necesarias para verificar las operaciones. Ahí empieza la jerga bitcoiner: el libro de registro de todas las transacciones se llama blockchain. Al trabajo de las computadoras se le llama minería y los operarios, mineros. Como pago, los mineros reciben fracciones de bitcoin llamadas satoshis, por su creador, y se abrevian sats.

Durante la Semana de Bitcoin, celebrada en noviembre de 2021,  un grupo alemanes se instaló en un hotel de San Salvador para mostrar e instalar sus aplicaciones para cajeros de bitcoin.  Foto de El Faro: Carlos Barrera
Durante la Semana de Bitcoin, celebrada en noviembre de 2021,  un grupo alemanes se instaló en un hotel de San Salvador para mostrar e instalar sus aplicaciones para cajeros de bitcoin.  Foto de El Faro: Carlos Barrera

En el mito de creación del bitcoin, como en el cristianismo, también hay un elemento de persecución. Phil Zimmerman, un desarrollador que creó en 1991 PGP, la primera aplicación de mensajería de correo electrónico encriptada. Zimmerman fue procesado por el gobierno estadounidense porque catalogaron su invento como munición y alegaron que necesitaba una licencia de exportación. Cada vez que se publica una noticia de que un país prohíbe las transacciones en criptomonedas o la minería bitcoin, en la mentalidad de los creyentes, contribuye a este mito de que bitcoin es un descubrimiento tan revelador como el evangelio y, por tanto, es perseguido. 

Por supuesto, como en toda religión, hay creyentes de una vida después de la muerte. Hal Finney, un cipherpunk que ayudó a corregir el código de bitcoin, murió en 2014 pero fue congelado a la espera de que se hallé una forma de regresarlo a la vida. El tratamiento de criogenización fue financiado, en parte, con donaciones de bitcoin. 

El cuento sobre el invento de unos nerds que abogan por mayor privacidad y libertad incrementa el contraste con la escena actual de ricos y famosos. No hay un ejemplo más actual de esa paradoja que El Salvador.

***

Fui a escuchar la predica de Nic Carter porque Carter es un personaje clave en la génesis de bitcoin en El Salvador. Todo empezó aquí en Miami. El 5 de junio, el presidente Nayib Bukele apareció en un video en una conferencia llamada Bitcoin 2021. Habló en inglés y anunció que El Salvador adoptaría bitcoin como moneda de curso legal. Tras él, Jack Mallers, un gringo emocionado dijo que casi se orinó en los pantalones por la noticia, mientras la audiencia gritaba y aplaudía eufórica. 

Bukele hace ese tipo de cosas de vez en cuando: se toma una selfie en la Asamblea General de la ONU, se cambia la bio de Twitter a dictador, publica una foto comiendo caviar. Pensé que la movida del bitcoin se trataba de otra ocurrencia y que teníamos problemas más grandes. Me equivoqué. Tres días después del video en inglés y el gringo incontinente, yo estaba en la Asamblea Legislativa mientras se aprobaba la ley que oficializaba el uso de bitcoin como nueva moneda en El Salvador.

Ese 8 de junio, Nic Carter creó un Space en Twitter, un chat en vivo, para traducir la ley bitcoin a los estadounidenses interesados en lo que estaba pasando en El Salvador. A ese chat se conectó, primero, Karim Bukele, hermano del presidente y uno de sus principales asesores. “Yo no estaba en contacto con ellos y no he estado en contacto con ellos desde entonces”, niega Carter. “Fue una completa coincidencia, quizá un golpe de suerte”, dice. “Karim nos dio una descripción de la ley y todo corrió como bola de nieve a partir de ahí”, dice Carter.

El inversionista Nic Carter fue un protagonista inesperado de la adopción de bitcoin en El Salvador. Carter fue anfitrión de un Space en Twitter donde el presidente Nayib Bukele y sus hermanos explicaron la Ley Bitcoin a otros inversionistas. Foto de El Faro: Nelson Rauda
El inversionista Nic Carter fue un protagonista inesperado de la adopción de bitcoin en El Salvador. Carter fue anfitrión de un Space en Twitter donde el presidente Nayib Bukele y sus hermanos explicaron la Ley Bitcoin a otros inversionistas. Foto de El Faro: Nelson Rauda

En la Asamblea, los diputados estudiaron la ley menos de 90 minutos y la aprobaron en cinco horas. Me conecté al chat de Carter porque estaba claro que había información más valiosa ahí que en donde de hecho estaban aprobando la ley. Por ejemplo, un diputado dijo en español, antes de la aprobación, que la ley no obligaría a nadie a usar bitcoin. En la otra dimensión, se daba en inglés la explicación real de lo que estaba ocurriendo. “Si vas a un McDonalds, no podrán decir ‘no aceptamos bitcoin’”, explicó el presidente Bukele, que se unió al chat invitado por su hermano. 

La explicación de una ley que afectaría a millones de salvadoreños se dio a estadounidenses, en inglés, en un chat de Twitter. Quienes tomaban turnos haciendo preguntas no éramos periodistas salvadoreños, sino inversionistas de bitcoin, aquellos a quienes Carter decidiera dar el micrófono.  

“Ellos encontraron la plataforma útil para alcanzar a la comunidad occidental de bitcoin en ese momento. Yo estaba asombrado de que en un momento histórico de aprobación de la ley, (el presidente) eligiera estar en Twitter con una audiencia, honestamente eran más que todo estadounidenses”, dice Carter. 

“No era mi objetivo involucrarme en la política salvadoreña”, dice Carter. 

Con o sin querer, los bitcoiners juegan un papel importante en la política del gobierno de Bukele y están metidos hasta la cocina. En El Salvador, los bitcoiners no parecen activistas de libertad y defensa de los ciudadanos. Son amigos del gobierno. Son asistentes VIP a fiestas exclusivas. Suben a helicópteros, surfean y hacen viajes de pesca. tienen accesos privilegiados a políticos, los llevan a tours privados en instalaciones del gobierno, los escolta la policía, e incluso, toman decisiones de políticas públicas. Y a algunos les encanta.

***

Un montón de gringos bailan canciones de Pitbull sobre la arena en el club de playa La Bonita, iluminados por unas luces italianas colgadas de palmeras y la pantalla de la plataforma del DJ. En medio baila una muchacha de ojos claros, con tacones, un short corto de lona y una blusa negra que deja ver su abdomen. Un rato después, algunos conocidos, organizadores de la fiesta, me la presentaron. Me dijo que trabajaba como “creadora de contenido”, lógico, porque esta era una fiesta de lanzamiento para Starbackr, una plataforma para monetizar contenido. Como un OnlyFans pero con bitcoin. 

Al terminar las conferencias de la Semana del Bitcoin, algunos
Al terminar las conferencias de la Semana del Bitcoin, algunos 'Bitcoin Bros' finalizaron el día en la playa de El Zonte, la cuna de la criptomoneda en El Salvador. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Fiestas como la de La Bonita son cada vez más frecuentes. Desde junio de 2021, muchos de los predicadores e inversionistas de la escena cripto que desfilaron en Miami han llegado a El Salvador. En la segunda mitad de noviembre, hubo dos conferencias de bitcoin. Ambas se llevaron a cabo en la Zona Rosa, un barrio donde hay bares, hoteles y discotecas exclusivas en San Salvador, aunque, por supuesto, los asistentes hicieron varias excursiones a las playas, a solo media hora de distancia.

La playa es un punto obligatorio de peregrinaje. En 2019, Michael Peterson, un empresario estadounidense recibió una donación anónima de bitcoin para hacer proyectos en la comunidad de El Zonte: nacía Bitcoin Beach, donde varios negocios aceptaban la moneda antes de la ley de 2021.

Esta iniciativa local ha sido punto de encuentro pero también punto de división entre los creyentes. Así como entre los cristianos hay un sinfín de variedades —católicos, bautistas, luteranos, pentecostales…— los bitcoiners son muchos. 

Hay creyentes politeístas, que impulsan otras iniciativas cripto. Para el lanzamiento de la ley, Brock Pierce, un billonario estadounidense se presentó como embajador del bitcoin. Pierce dio una extravagante fiesta en un hotel de playa con un show de drones, fuegos artificiales, música electrónica y celebridades en la que terminamos bailando conga alrededor de la piscina. Pero Pierce, creador de otra criptomoneda llamada Tether, no es considerado embajador por muchos miembros de la comunidad. “Personas como Pierce imprimieron su propio dinero y tratan de convencer a otros de que lo usen. Es muy avaro”, me dijo el activista Alex Gladstein.

Gladstein, a su vez, representa a otro grupo de bitcoiners más conscientes de asuntos de derechos humanos, democracia e inclusión. Es más idealista y es común escucharlo referirse a la manera en que bitcoin sirve a personas en Nigeria o Líbano para justificar las ventajas de la moneda. Las opiniones de Gladstein sobre el desmantelamiento democrático en El Salvador le han valido epítetos como “ser agente de la CIA” y lo confrontan con otro grupo, uno de los más radicales: los “maximalistas”.

El Salvador se ha vuelto un lugar de peregrinaje para los creyentes del bitcoin, tras la adopción de la criptomoneda y  la playa El Zonte, donde desde 2019 opera un proyecto piloto, es una parada obligatoria. Foto de El Faro: Carlos Barrera
El Salvador se ha vuelto un lugar de peregrinaje para los creyentes del bitcoin, tras la adopción de la criptomoneda y  la playa El Zonte, donde desde 2019 opera un proyecto piloto, es una parada obligatoria. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Los “maxis” son una facción que cree en la supremacía del bitcoin sobre cualquier otra moneda y que han devenido en grandes porristas del presidente salvadoreño. Claro, ese entusiasmo tiene sus beneficios. El 8 de enero de 2022, el gurú Max Keiser, su pareja Stacy Hebert y el empresario Samson Mow publicaron fotos suyas de un taxi particular: despegaron en helicóptero desde la Escuela Militar de San Salvador. En una de las fotos aparece un operario con uniforme de aerotécnico de la Escuela Militar. Los americanos volaron al oriente salvadoreño para conocer el lugar donde el gobierno ha prometido construir Bitcoin City, una ciudad futurística en la que los inversionistas no tendrán que pagar impuestos de ningún tipo. 

Keiser estuvo en otra fiesta playera exclusiva para bitcoiners, que captó atención de medios alrededor del mundo por lo estrafalario. Bukele hizo su aparición con un avatar animado, un show de luces —se ve que a los bitcoiners no les molesta el humo— y una canción de AC/DC. En la fiesta, uno de los pasajeros del helicóptero, Mow, subió al escenario con Bukele para explicar la emisión de un bono en bitcoin, una idea de Keiser. En la fiesta también se anunció la construcción de una utopía bitcoin, esencialmente la idea es privatizar un terreno dentro del país y construir una zona económica especial, un concepto muy parecido al de empresarios europeos que han tenido reuniones con funcionarios, alabando la adopción de bitcoin, y confirmando su interés en adquirir un pedazo de El Salvador.

***

Saquemos algo del camino. Desde el año pasado, todos los académicos y periodistas extranjeros con los que he hablado de bitcoin me preguntan: ¿Por qué Bukele lo adoptó? He redondeado mi respuesta a dos razones. 

La primera: relaciones públicas. La apuesta por el bitcoin le ha conseguido al gobierno de Bukele muchos embajadores. Cada celebridad del mundo bitcoin que habla sobre El Salvador, sobre las playas de El Salvador, sobre lo seguro que es El Salvador, sobre lo moderno y lo progresista y lo bonito sirve para limpiar la cara del régimen. “Creo que parte del motivo es promover a Bukele y funcionó. Se propulsó a esta posición de superestrellato político y ahora es el jefe de estado mejor conocido de Centroamérica y quizá de América, con la excepción de (Jair) Bolsonaro”, tal como me dijo Nic Carter. Los embajadores omiten que ese presidente tiene negociaciones  con las pandillas, persigue fiscales que investigan corrupción gubernamental, es sospechoso en un escándalo de espionaje telefónico a periodistas, o ha cooptado a un órgano judicial que, entre otras cosas, ya aprobó su reelección, contra lo que dice la Constitución salvadoreña.  

Una exhibición en el New World Center de Miami destacaba hitos del bitcoin en el mundo. De El Salvador, eligieron la playa El Zonte, donde un proyecto piloto con bitcoin empezó en 2019, y una exageración: que la comunidad
Una exhibición en el New World Center de Miami destacaba hitos del bitcoin en el mundo. De El Salvador, eligieron la playa El Zonte, donde un proyecto piloto con bitcoin empezó en 2019, y una exageración: que la comunidad 'solo' usa bitcoin para transacciones. Foto de El Faro: Nelson Rauda. 

La segunda razón es financiera. El Salvador es un país profundamente endeudado y los desvaríos autoritarios de Bukele no han hecho sino aumentar el riesgo país. A mayor riesgo, más intereses cobran los prestamistas. En bitcoin, tiene acceso a una red alternativa que no es gobernada por Estados Unidos, con cuyo gobierno Bukele está enfrentado y de cuya moneda El Salvador depende desde 2001. No es en vano que Estados marginados como Venezuela o Corea del Norte también han hecho sus propios experimentos con criptomonedas. Este año, El Salvador planea emitir deuda por 1,000 millones de dólares en forma de un criptobono emitido por una empresa domiciliada en Kazajistán.

***

La fe en el bitcoin es recompensada en El Salvador. Les voy a contar tres anécdotas.

Uno. El 29 de noviembre de 2021, Jairo Vélez Pérez, un empresario colombiano contaba, emocionado, su testimonio durante una junta de bitcoiners. Vélez es maximalista y dijo que decidió venir a El Salvador sin efectivo ni tarjetas de crédito y tratar de pagar exclusivamente en bitcoin. Pero el primer obstáculo lo enfrentó en el aeropuerto. El Salvador exige a algunos países, entre ellos Colombia, el certificado de vacunación contra la fiebre amarilla. Vélez no lo tenía. En la reunión, Vélez dijo que estuvo argumentando con la empleada del control migratorio hasta que vio a una muchacha con un cartelito que decía “bitcoiner”. Entonces, le explicó que él venía al país a la conferencia y santo remedio: fue eximido de un requisito legal.  Bienvenido a El Salvador.

La de Vélez no es una historia aislada. El 17 de noviembre, en medio de la semana de conferencias bitcoin, El Salvador eliminó los requisitos de prueba de vacunación o prueba negativa de covid que estaban vigentes desde septiembre de 2020. No es un secreto. La comunidad de bitcoiners tiene alta repelencia a los mandatos legales de vacunarse o usar mascarillas, basado en el argumento de que coarta la libertad. En el hotel de la conferencia, escuché cuando una empleada le dijo a otra: “ya me aburrí de decirles de la mascarilla”. Dos meses después, a mediados de enero, El Salvador enfrentó un alza de casos de covid y la población hace largas filas desde la madrugada en busca de una de las pruebas gratuitas del Ministerio de Salud. Pero el país sigue abierto, sin restricciones, a los turistas y, especialmente, para los bitcoiners.

En algunos eventos organizados por el Gobierno y con presencia del presidente Bukele.  Es normal ver al gurú del Bitcoin, Max Keiser, y a su esposa, Stacy Hebert, como invitados especiales. Foto de El Faro: Carlos Barrera
En algunos eventos organizados por el Gobierno y con presencia del presidente Bukele.  Es normal ver al gurú del Bitcoin, Max Keiser, y a su esposa, Stacy Hebert, como invitados especiales. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Dos. La noche de la aprobación de la ley bitcoin, mientras los americanos se atropellaban en el chat virtual para hacer preguntas al presidente, alguien le dijo que si había pensado en minar bitcoin en el país. 'Jamás se me ocurrió, pero cada día habrá una nueva idea. Así que no habíamos contemplado la minería, pero podemos hacer algo para promoverlo, por supuesto', dijo Bukele, la noche del 8 de junio. Al día siguiente, anunció en Twitter que había ordenado a la empresa estatal de electricidad geotérmica que ofreciera un plan con el principal insumo que necesitan los mineros: energía barata. Ahora, El Salvador tiene una instalación de minería bitcoin en Usulután

Tres. El 17 de noviembre, cuando comenzó una de las conferencias, la Policía cerró la calle de acceso al Teatro Presidente, donde se llevó a cabo Labitconf. Entonces caminé unos 500 metros pero me fijé que había algunos carros a los que sí dejaban pasar del punto donde me detuvieron a mí. Al siguiente día cambié de estrategia. Cuando llegué al redondel, me puse lentes oscuros y le dije a la agente policial, con un acento fingidísimo, como si no hablara español, que venía a la conferencia de bitcoin. Funcionó: la agente quitó los conos y me dejaron pasar.

***

Tras estar en la conferencia de Miami, rodeado de gente que prometía que el precio de bitcoin llegaría a las nubes, a la Luna, a Marte, de escuchar personas que habían sido indigentes y ahora son millonarios, de desear ese estilo de vida de Miami, en donde todos parecen extras de un video de Will Smith, sentí miedo. Hay una expresión común en los bitcoiners para eso: FOMO, el miedo a perderse algo

Le pregunté a Alex Gladstein, el activista de la Fundación de Derechos Humanos, qué es lo que los bitcoiners saben que todos los demás no sabemos. Él puso un ejemplo colonialista: dice que los bitcoiners han descubierto un mejor dinero que el que el resto del mundo usa. “Los nativos americanos usaban Wampum, cinturones, como moneda y luego llegaron los ingleses que tenían oro. Ninguna persona con conocimiento diría ‘prefiero usar el Wampum’”, dice.  “Creo que los bitcoiners se han dado cuenta que el bitcoin es dinero más duro que cualquier otro dinero producido por los gobiernos”. 

El presidente de Galoy y organizador de la conferencia Adopting Bitcoin, Chris Hunter, durante su intervención en la Semana del Bitcoin en noviembre del 2021 en San Salvador. Foto de El Faro: Carlos Barrera
El presidente de Galoy y organizador de la conferencia Adopting Bitcoin, Chris Hunter, durante su intervención en la Semana del Bitcoin en noviembre del 2021 en San Salvador. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Decidí poner a prueba las palabras de los apóstoles. Mi primer problema fue decidir qué billetera usar, de las decenas que hay en el mercado. El gobierno salvadoreño creó su propia billetera, Chivo Wallet, a través de una empresa privada financiada con fondos públicos. La billetera solo es para salvadoreños, requiere registrarse con el documento de identidad. Yo no puedo usar la Chivo Wallet porque, como otros cientos de salvadoreños, alguien usó mi número de identidad para registrarse. ¿Por qué? Bueno, el gobierno ofreció un subsidio de 30 dólares a todo el que la bajara. Si alguien más registró mi usuario, alguien más se quedó con esos 30 dólares. Le sucedió a muchos: una organización presentó una demanda colectiva representando a 131 personas. Nunca me pude registrar. Traté en vano de solventar mi caso en un centro de llamadas de la Chivo Wallet y en un punto de atención. 

Hay cientos de denuncias de personas que han perdido dinero en la Chivo Wallet: gente que envía remesas que nunca se acreditan, transacciones no autorizadas, usurpaciones de identidad, robos. Chivo ha sido tan cuestionado que muchos de la propia comunidad, tan entusiastas del presidente, han promovido el lema: “Chivo no es bitcoin”.

Entonces usé otras billeteras. Compré bitcoin la primera vez en un cajero instalado en un centro comercial. Metí un billete de 20 dólares a la maquinita y mi cuenta fue acreditada con 19 dólares y tres centavos. Me cobraron una comisión de casi el 5 %, no tan distinto de los cajeros automáticos normales. Fue una desilusión, porque se supone que bitcoin es distinto de todas esas empresas como los bancos y las compañías de remesas que cobran grandes sumas de dinero. Pero me dijeron que lo que tenía que hacer era comprar bitcoin directamente en línea, sin intermediarios.

Lo hice. Compré 100 dólares en bitcoin con mi tarjeta de crédito en la aplicación Binance. Pero me dijeron que no era conveniente guardar dinero en Binance, que es un intermediario, sino que hay que tener el control, ya saben, por la privacidad y la libertad. Entonces transferí mi dinero mágico a otra billetera, Muun, aunque para entonces solo eran 66 dólares y 14 centavos. ¿Qué pasó con los otros 33 dólares? Bueno, Binance me cobró una comisión por la compra y otra comisión por sacar el dinero de su plataforma. 

Imagino que otros creyentes más experimentados en esto de las criptomonedas se reirán de todas mis novatadas. “Estúpido, ¿no sabes que hay un truco para sacar de Binance sin pagar comisión?”. No sabía, y me costó 30 dólares descubrirlo. Ahora, yo puedo ser un fracaso como inversionista, pero piensen una cosa: si los datos del gobierno son ciertos, hay millones de salvadoreños haciendo sus propios experimentos con estas tecnologías. Y hay miles de personas pagando el precio de experimentar. La Fiscalía recibió en 2021 más de 6,000 denuncias por delitos informáticos, la mayoría por hurto por medios informáticos y hurto de identidad. 

Este experimento no sería posible en un país que no gobernara un creyente. En noviembre, un documentalista inglés me entrevistó en San Salvador. Le dije que lo ideal para experimentar con bitcoin sería un lugar como Suecia o Finlandia, un lugar que de hecho pueda costearse algo como esto. Me respondió que esto nunca habría sido posible en un país como esos, que se necesitaba un strongman, un hombre fuerte, para hacer que un país cambiara su sistema monetario tan drásticamente. Yo pensé: touché. Con reglas democráticas normales, esto sería imposible.

Debe ser muy interesante ver los eventos desde afuera, venir de visita, hacer cálculos cuando alguien más paga la cuenta y tu país no es la pelotita que da vuelta en la ruleta. Por ahora es una cuestión de fe. Quizá mi país si llegue a ser la Florencia del Renacimiento 2.0 o Singapur o Suiza. Y quizá mi inversión, valorada en 46 dólares mientras termino de escribir esto, me haga millonario algún día. Tal vez en 10 años, como dice la publicidad.

El 18 de noviembre, decenas de usuarios extranjeros de la criptomoneda se desplazaron hasta la playa El Zonte,  considerada la cuna del Bitcoin en El Salvador. Foto de El Faro: Carlos Barrera
El 18 de noviembre, decenas de usuarios extranjeros de la criptomoneda se desplazaron hasta la playa El Zonte,  considerada la cuna del Bitcoin en El Salvador. Foto de El Faro: Carlos Barrera

*Este texto es parte del proyecto Élites sin destino. Apoyado por el programa de medios y comunicación para América Latina y El Caribe de la Friedrich- Ebert- Stiftung (FES)

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.