El Salvador / Política

El viaje express de Bukele deteriora aún más su imagen en Washington

La insistencia del presidente Bukele en negar que pidió reuniones con funcionarios del Gobierno Biden durante su fallido viaje a Estados Unidos ha generado sorpresa y desconfianza entre políticos y funcionarios demócratas. Fuentes cercanas a la Casa Blanca le comparan con Donald Trump y sus intentos de imponer relatos alternativos dirigidos a sus bases. En el Congreso hay quien lamenta que El Salvador busque reuniones de alto nivel e invierta en campañas de lobby “sin un entendimiento básico” de cómo funciona la política en Washington.


Jueves, 11 de febrero de 2021
José Luis Sanz / Washington

“Es más Trump que Trump”. La frase se refiere a Nayib Bukele, y viniendo de un político del Partido Demócrata no es un halago. La pronuncia alguien muy cercano al Gobierno de Joe Biden, sorprendido por el hecho de que el presidente salvadoreño haya mentido al negar lo que ya todo Washington sabe: que la semana pasada viajó en secreto a la capital estadounidense, pidió reuniones con funcionarios de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, y no se las concedieron. “Yo lo supe el mismo jueves”, dice esta fuente. Se lo contó en tiempo real personal del Departamento de Estado.

Bukele voló a Washington con su esposa, su hija, dos personas de su equipo de seguridad y su jefe de protocolo, Francisco Merino hijo. Fuentes cercanas al viaje confirman que llegó el miércoles 3 y dejó la ciudad el viernes 5. La agencia AP, que este lunes hizo pública la visita citando a fuentes anónimas, reveló que una vez en Washington el presidente solicitó varias reuniones con miembros de la administración Biden y fue rechazado “con la intención de asegurar que Bukele no intentara vender cualquier reunión como una muestra de respaldo” antes de las elecciones legislativas del 28 de febrero.

La canciller, Alexandra Hill, ha restado importancia al asunto diciendo que se trató de un viaje privado, aunque acepta que incluyó una reunión con el secretario general de la OEA, Luis Almagro. Bukele se ha burlado en redes sociales de lo dicho por AP . “El que crea que un Presidente va a viajar a otro país a sentarse a pedir reuniones, tiene que revisar bien si posee un cerebro propio ”, tuiteó el mismo lunes: “Hace más de 100 años inventaron el teléfono (…) como para no llamar y coordinar una cita de antemano”.

Parece ser que eso es precisamente lo que el presidente hizo en un inicio. Otra fuente cercana al Gobierno de Estados Unidos asegura que se enteró del viaje el martes 2, el día antes de que Bukele llegara a Washington, y que ya en ese momento le informaron que había pedido reunirse con Juan González, miembro del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca y asesor principal del presidente Biden en asuntos de Latinoamérica, y la solicitud había sido rechazada.

Según esta fuente, Bukele viajó a Washington sabiendo que no sería recibido por González, pero una vez aquí insistió en verle y buscó la posibilidad de reunirse con otros oficiales de la Casa Blanca y alguien del Departamento de Estado, tal y como publicó AP. “Es extraño que esté mintiendo sobre algo que se puede verificar muy fácilmente”, dijo a El Faro: “Este es el tipo de acciones que crean desconfianza en Washington, especialmente después de días en los que Bukele ha cuestionado al Tribunal Supremo Electoral (de El Salvador)”.

Se refiere al impacto que este episodio puede tener en la ya dañada credibilidad de Bukele ante la nueva administración demócrata, que está estos meses valorando incluir a funcionarios del actual gobierno en la lista Engel y ha dicho públicamente estar preocupada por los cada vez más graves ataques a la institucionalidad en Centroamérica y El Salvador, donde el presidente ha desafiado a la Corte Suprema de Justicia, la Asamblea Legislativa o la Fiscalía, y estos días denuncia sin aportar pruebas un plan para cometer fraude en las elecciones del 28 de febrero.

A diferencia de la administración anterior, el Gobierno Biden ha colocado en puestos clave a funcionarios que conocen a profundidad el istmo, como la Subsecretaria Adjunta para Asuntos Hemisféricos, Emily Mendrala; la coordinadora de asuntos para la frontera Sur del Consejo de Seguridad Nacional, Roberta Jacobson; o el mismo Juan González, y tiene muy presente la imagen del 9 de febrero de 2020, cuando Bukele se tomó el Congreso salvadoreño arropado por decenas de militares armados, y minutos después presumió subido a una tarima de haber podido disolver la Asamblea Legislativa si lo hubiera deseado .

Aquel episodio ha cobrado además un nuevo significado para ciertos políticos demócratas a raíz del ataque al Capitolio el 6 de enero. La semana pasada, mientras Bukele buscaba reuniones de última hora, los equipos de los congresistas Norma Torres y Albio Siles, que encabeza la Subcomisión para América Latina de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, estaban dando los últimos retoques a una durísima carta dirigida a él, que se terminó publicando el domingo 7.

En ella, los congresistas pidieron a Bukele no instrumentalizar el reciente asesinato de dos militantes del FMLN, respetar la independencia de la Fiscalía, y moderar su discurso y sus acciones: “La insurrección en el Capitolio el 6 de enero, que fue provocada e incitada por el expresidente Trump, dio un claro ejemplo de los peligros de un liderazgo irresponsable y antidemocrático que vaya en contra del Estado de Derecho”, se lee en la carta. “Le urgimos a no usar el poder de su cargo para avivar divisiones con la intención de obtener ganancia política, como el expresidente Trump hizo”.

Estrategia diplomática

Las comparaciones con Trump, que justo estos días enfrenta su segundo impeachment en el Senado, se repiten una y otra vez al preguntar por Bukele. Un staffer del Congreso, que desde hace años sigue la política centroamericana, también cuestiona la forma en que el presidente reaccionó a la noticia de su viaje: “Me parece increíble que él y la ministra de Exteriores nieguen que la solicitud de reuniones ocurrió. Con Trump sucedía lo mismo: asumía siempre que podía decir cualquier cosa ajena a la realidad porque sus seguidores le iban a creer”.

Según este staffer, la estrategia diplomática del actual Gobierno de El Salvador en Washington está equivocada en su conjunto: “No tienen idea... impulsan una campaña de presión y relaciones públicas, sin un entendimiento básico de cómo funcionan las cosas”, dice en referencia a la inversión de cientos de miles de dólares en lobistas que está haciendo el Gobierno de Bukele, y a su insistencia en sostener reuniones de alto nivel con funcionarios y miembros del congreso, sin haber construido un diálogo previo. “Están gastando mucho dinero, pero sin ningún resultado”.

En el lado republicano, poco atento históricamente a Centroamérica y menos dado a los matices, Bukele aún cuenta con la enorme ventaja de que su oposición tampoco tiene excesiva credibilidad después de sucesivos gobiernos corruptos de los que ni Arena ni el FMLN se han desmarcado. Aunque también desde el lado republicano Bukele ha recibido críticas fuertes por sus ataques al estado de derecho, hay quienes tienen la percepción de que parte de las críticas a su Gobierno se deben a las resistencias de un sistema corrupto ante la irrupción de un outsider. La propaganda de la administración Bukele trata por todos los medios de alimentar esa idea en un ejercicio de suma cero, pero para congraciarse con la administración Biden va a necesitar abrir canales sólidos de comunicación.

El miércoles 10 de febrero, el Wilson Center, un tanque de pensamiento de enorme poder de convocatoria en Washington, celebró un foro virtual para discutir las implicaciones de las elecciones del 28 de febrero para el rumbo democrático de El Salvador. En la actividad, representantes de la sociedad civil como Claudia Umaña, de Fusades, o el exembajador en Estados Unidos y ante la ONU Rubén Zamora, hicieron duras críticas al talante antidemocrático del Gobierno de Bukele y aludieron a su posible deseo de perpetuarse en el poder. Cuando llegó el turno de la embajadora de El Salvador en Estados Unidos, Milena Mayorga, la directora del programa latinoamericano del Wilson Center, Cynthia Arnson, le preguntó directamente sobre el alcance de las reformas constitucionales que planea Bukele.

Mayorga se deshizo del tema en tres segundos: ”Habrá tiempo para discutir las reformas constitucionales en otra ocasión”, dijo. Y procedió a leer una exposición en la que afirmó que su Gobierno se enfrenta a “un sistema corrupto controlado por los partidos tradicionales”, aseguró que la actual administración “controla ahora los territorios” que antes estaban bajo el poder de las pandillas, denunció que la Corte Suprema dejó a Bukele sin herramientas para combatir la pandemia, aseguró que en la toma del Congreso el 9 de febrero del 2020 no se cometió ninguna ilegalidad -“Yo estuve allí”, dio como argumento- y advirtió que se está impulsando en El Salvador un golpe de Estado legislativo instigado por el expresidente Mauricio Funes “a pesar de la alta popularidad del presidente Bukele”. Después, se retiró antes de que terminara de hablar la siguiente ponente, la exembajadora estadounidense Mari Carmen Aponte, muy crítica con Bukele y una voz influyente en la administración Biden.

Era la primera vez que la embajadora de El Salvador participaba en un evento público en Washington desde que presentó cartas credenciales a finales de diciembre pasado. Entre los más de 300 asistentes virtuales había periodistas, académicos y funcionarios de la administración estadounidense. Mayorga ya no estaba cuando llegó la fase de preguntas.

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