El presidente Nayib Bukele culminó su reconfiguración del mapa político salvadoreño con una contundente victoria electoral para su partido, Nuevas Ideas, que le otorga la mayoría calificada en la Asamblea Legislativa, 56 diputados, según proyecciones de este periódico con datos preliminares del Tribunal Supremo Electoral.
El resultado de la elección, ya anunciado por todas las encuestas, no fue una sorpresa, pero eso nada resta a las dimensiones del terremoto político que ha provocado. En apenas dos años, Bukele ha relegado a la intrascendencia a las dos grandes fuerzas políticas de la posguerra, Arena y el FMLN, y encumbrado a Nuevas Ideas a la cima del sistema político en su primera elección. Y lo ha hecho él. Su triunfo no tiene precedentes en la historia democrática de El Salvador, donde Arena había obtenido la bancada más numerosa, con 39 diputados tras las elecciones de 1994
Nuevas Ideas, el partido dirigido por su primo Xavier Zablah, diseñó toda su estrategia electoral en torno a la figura presidencial y llamó a los salvadoreños a votar por diputados que apoyaran las propuestas del presidente. Bukele asumió el protagonismo de la campaña y pidió a los salvadoreños sacar de la Asamblea a los “mismos de siempre”. El domingo 28 de febrero los salvadoreños respondieron a su solicitud. Esta victoria confirma a Bukele como un fenómeno político con un apoyo popular sin paralelo en el continente y le otorga un poder extraordinario. La Asamblea elegida el domingo, que asumirá funciones el 1 de mayo, tendrá entre sus tareas la de elegir a cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al fiscal general de la República y al Procurador de Derechos Humanos, entre otros.
Bukele ha roto los moldes de la política, al frente de un movimiento que dice no tener ideología y que tampoco la ha necesitado para granjearse el apoyo de la mayoría de la población; en el que todo gira alrededor de una persona cuya imagen es parte fundamental de la estrategia política. Si alguien pensó en 2019 que su triunfo presidencial fue un accidente, la victoria de esta elección le da la razón a Bukele, quien ha repetido desde su campaña presidencial que su llegada al poder es el fin de la posguerra salvadoreña. Pero lo es también de los ejes ideológicos que marcaron el sentido de nuestra política. Bukele gobierna sobre un partido sin ideología y a partir del 1 de mayo también sin oposición. Al ritmo de las decisiones del presidente.
Hasta la madrugada de este lunes 1 de marzo, las proyecciones del TSE dejaban a Arena con 14 diputados, y al FMLN con tres. Su suma puede ser intrascendente, pues si Bukele confirma sus 56 escaños no necesitaría de nadie más. Y, aún en caso de no llegar a los 56, cuenta con la reserva de Gana, un partido que ha hecho campaña prometiendo lealtad a Bukele, y que parece rondará los cinco diputados.
No afectaron los resultados ni las denuncias de corrupción contra miembros del Gobierno ni las denuncias de violación al código electoral por parte del presidente ni el asesinato, hace menos de un mes, de dos militantes del FMLN a manos de agentes del Estado. Nada evitó que los salvadoreños expresaran en las urnas que el tiempo de Arena y el FMLN ha quedado atrás.
A las 11 de la noche, Bukele tuiteó los resultados de una encuesta de boca de urna realizada por la empresa CID Gallup y dijo: “Nuevas Ideas + Gana tendrán más de 60 diputados en la nueva Asamblea”. Es decir, más del 70 por ciento de los curules de la Asamblea. Estas cifras, alegres para Bukele, no tienen sustento en los primeros resultados arrojados por el Tribunal Supremo Electoral y, por las características del sistema salvadoreño, los residuos convierten el proceso en impredecible hasta el conteo final, pero estas cifras coinciden con las encuestas.
Al cierre de esta nota, cuando comenzaban a llegar los resultados de las elecciones municipales, las primeras proyecciones apuntaban a un escenario similar. Ni siquiera en el comando de campaña del alcalde de San Salvador, Ernesto Muyshondt, la carta más firme de Arena, hubo festejos. Apenas un mensaje en video grabado al final de la noche en el que aseguraba a sus votantes que “estamos a las puertas del triunfo”. Su casa de campaña permaneció cerrada en la noche y los teléfonos de su equipo sin responder. Los signos, esos sí tradicionales, de una elección que no ha salido bien.
Pero la peor parte se la llevó el FMLN, el partido en el que nació Bukele, y con el que fue alcalde de Nuevo Cuscatlán y de la capital. Al final de la noche, la diputada Yancy Urbina, una de las más reconocidas diputadas del partido, admitía que la derrota electoral les obliga a “desarrollar en los próximos meses un periodo de reflexión”. Su mejor proyección, al inicio del conteo de votos, era lograr cinco diputados. El peor registro del FMLN fue en 1994, tras 12 años de guerra civil, y cuando obtuvieron 21 diputados, algo que en estas elecciones hubieran celebrado como un triunfo inesperado.