Nayib Bukele, el presidente salvadoreño que declaró que con su mandato el país pasaba la página de la posguerra, llegó por primera vez a El Mozote, lugar de la mayor masacre de civiles en la guerra salvadoreña, y se dedicó a hacer campaña electoral. En un discurso de 40 minutos, Bukele atacó los Acuerdos de Paz, a sus contrincantes políticos del FMLN y Arena, a dos defensores de derechos humanos, prescindió de la organización que representa legalmente a las víctimas en el caso judicial —“no necesito intermediarios”— y animó a la gente a alejarse de los partidos que han gobernado en los últimos 40 años y acercarse al suyo, al que describió como “un buen árbol que da buenos frutos”.
Había cuatro personas en la tarima presidencial armada en El Mozote. El primero, Kelvin Márquez, presidente de una Asociación de Desarrollo Comunal (Adesco), leyó una declaración preparada en la que se quejó de los diez años del gobierno del FMLN y de organizaciones “ligadas al caso que usaron esta causa para lucrarse”. Segundo, el presidente Bukele: “¡la guerra fue una farsa!”, dijo sobre un conflicto donde murieron 75,000 personas, mil de ellas justo en esa zona en un operativo militar de hace 39 años. “Fue una farsa como los Acuerdos de Paz. Ay, está mancillando, los Acuerdos de Paz. Sí, los mancillo porque fueron una farsa, una negociación entre dos cúpulas o ¿qué beneficios le trajo al pueblo salvadoreño?”, dijo Bukele. Tercero, Florentín Ramos, integrante de la Adesco, pero, más importante aún, del partido impulsado por el presidente, Nuevas Ideas. Ramos pidió aplausos para Bukele y posó para una selfie con él. Mientras se tomaban la foto, con la audiencia congregada en el centro escolar Caserío El Mozote como fondo, Sofía Romero, víctima y testigo en el caso judicial por la masacre de 1981, estaba en el costado derecho. De los cuatro en tarima, Sofía fue la única que no habló en el evento. No hubo tiempo para ella.
El Mozote fue escenografía y las víctimas fueron utilería en el más reciente evento de campaña del presidente Bukele. Pese a coincidir, por fechas y ubicación con el lugar de la masacre, este no fue un evento para las víctimas. Fue un evento para las cámaras, diseñado para potenciar la narrativa heroica de Bukele, enfocado en las elecciones de febrero próximo, donde espera hacerse con la mayoría de la Asamblea Legislativa y donde, según todas las encuestas, los salvadoreños pretenden permitírselo. “A mí me da rabia, e imagino que a muchos de ustedes también, que la masacre de El Mozote ha sido utilizada para fines políticos”, dijo Bukele. En Twitter, Christian Guevara, candidato a diputado por Nuevas Ideas, escribió: “Esperé todo este tiempo de locura, abandono y dolor en El Mozote, hasta que al fin hay un Presidente como Nayib Bukele que de verdad busca sanar todas esas ideas”.
En su discurso, Bukele se presentó a sí mismo, a su gobierno y a sus candidatos como los salvadores, mientras que a todos los que les desafían como villanos que conspiran, incluido David Morales, el abogado que representa a las víctimas en el juicio contra el Alto Mando del Ejército de 1981.
“Hace poco tuvieron un evento con Apolonio (Tobar, el procurador de Derechos Humanos) y David Morales, que se lucran de la gente. Viven del caso”, dijo Bukele. Luego insinuó que era culpa de los representantes de las víctimas que el caso no tuviera una sentencia en 40 años, como si el proceso judicial no hubiera tenido que avanzar contra la voluntad del Estado salvadoreño, ley de Amnistía incluida. “Si se acaba el caso, se acaba el dinero”, dijo Bukele. “¿Por qué otra razón creen que han pasado 40 años y no se arreglan las cosas?”, añadió el presidente, que también ha obstaculizado el avance de la investigación al desobedecer una orden judicial que pretendía inspeccionar los archivos militares.
“El Mozote recibió un discurso falsario y de odio. Cargado de promesas demagógicas. Otra vez le mintieron sobre los archivos militares. La sangre y el sufrimiento no tienen precio, Nayib Bukele, por el contrario, terminan siempre develando el cinismo y la complicidad”, contestó David Morales desde su cuenta de Twitter.
El podio presidencial ha desfilado en los últimos meses en catástrofes, como el deslave en Santo Tomás donde siete personas fueron soterradas, o en la comunidad Nuevo Israel, cuando Bukele insultó a los diputados, los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al procurador de Derechos Humanos, con viviendas de lámina destrozadas por la tormenta Amanda como telón. En El Mozote, escenario de uno de los grandes crímenes de la historia de El Salvador, Bukele también se dedicó a despotricar contra sus adversarios políticos.
Contó la historia de cómo lo expulsaron del FMLN. Minimizó el acto de pedida de perdón del expresidente Mauricio Funes en el vigésimo aniversario de los Acuerdos de Paz, en 2012, cuando el primer presidente de izquierda del país pidió perdón a las víctimas de la masacre en nombre del Estado salvadoreño. “No vengo a pedir perdón. No tendría por qué. Que pidan perdón los asesinos que causaron esa masacre”, dijo Bukele.
Con la Fuerza Armada como uno de sus pilares de gobierno y estrategia comunicacional, Bukele se cuidó de no nombrar al Ejército o al Batallón Atlacatl como los responsables del crimen, aunque sí recordó que su primer acto como presidente fue ordenar la remoción del nombre de Domingo Monterrosa, comandante del batallón masacrador, de la fachada de la Tercera Brigada de Infantería. Cuando lo dijo, la excombatiente María Chichilco, ahora ministra de Desarrollo, puso sus palmas sobre su cabeza para empezar una ronda de aplausos.
“Tampoco vengo a llorar, y mucho menos con lágrimas de cocodrilo. Mientras estaba llorando aquí, estaba gastándose el dinero de ustedes para operar a sus amantes y después huir con ella”, agregó sobre el expresidente, ahora asilado en Nicaragua y prófugo por numerosos delitos de corrupción.
Bukele gobierna, en buena medida, porque capitalizó el descontento de la población con las fuerzas políticas tradicionales. Es y ha sido su estrategia. Poco importan los señalamientos claros de corrupción que plagan a su gobierno en apenas año y medio. Abundan casos como el de Christian Guevara, el candidato que aupaba las acciones de Bukele en El Mozote y cuya empresa ganó un millón de dólares en contratos de la emergencia con el gobierno, o el de los familiares del ministro de Salud beneficiados con contratos de insumos médicos, o el de una empresa vinculada al ministro de Hacienda y otra de un funcionario ambiental que vendieron insumos al gobierno. Han sido tantos y tan cuantiosos que la Fiscalía sospecha que casi el 67 % de millonarias compras de insumos son irregulares y allanó cuatro ministerios y otras oficinas gubernamentales al principio de noviembre. Ni eso ni los desmanes antidemocráticos del presidente le restan: según las encuestas más recientes, parece indetenible el ascenso de su partido a la cúspide del poder legislativo y municipal en 2021.
Tras el evento en El Mozote, el congresista estadounidense James Mcgovern, asiduo observador de la política salvadoreña, escribió en Twitter: “Qué mal que el presidente Nayib Bukele usó un discurso televisado a todo el país para atacar a defensores de derechos humanos y a los abogados de las víctimas en el caso de la masacre de El Mozote. Si el presidente quiere demostrar que está del lado de las víctimas y de la justicia, debería dar al juez Guzmán acceso a los archivos del Ministerio de Defensa, tal como lo requiere la orden judicial. Eso sería un acto significativo”.
Allá donde fue derrotado
Cuando hay elecciones, la escuela donde este viernes habló Bukele es centro de votación. En las últimas elecciones de 2019, el Centro Escolar Caserío El Mozote fue uno de los pocos lugares donde el FMLN ganó a Bukele: 203 a 105 votos. Quizá por eso Bukele habló a la audiencia de una historia de conversión. “No dejen que los sigan utilizando”, les dijo. Señaló que en 40 años han pasado nueve gobiernos y se refirió a la Biblia. “Por sus frutos los conocereis. Un árbol bueno no puede dar malos frutos. Vean nuestros frutos. Y ustedes sabrán si somos un árbol bueno. Y vea los frutos que dieron los anteriores. Ya es hora que se separen de ese mal árbol que solo malos frutos les ha traído”, les dijo en parábola.
El Mozote está en el municipio de Meanguera, gobernado por Bladimir Barahona, quién ganó la alcaldía en 2018 con el Partido Social Demócrata (PSD) y ahora se ha cobijado en el árbol de Bukele: es candidato a diputado por Nuevas Ideas. En el acto presidencial, las acusaciones propias de una campaña electoral se apoderaron del lugar que correspondería a la solemnidad y el respeto a las víctimas. Para coordinar el evento, el gobierno se apoyó en la Adesco y no en la Asociación Promotora de Derechos Humanos de El Mozote (APDHEM), histórica representante de las víctimas y apoderada legal en tribunales. Hay dos versiones sobre esto.
“La Asociación de Víctimas se ha instrumentalizado políticamente”, dijo Florentín Ramos, un joven ataviado en traje gris que estaba en el escenario, a la diestra del presidente cuando este hablaba sobre cómo los políticos se aprovechan de la masacre. Ramos dijo que la Adesco de la cual forma parte coordinó este evento: “enviamos una carta al presidente hace un mes y medio. Yo soy amigo de Ignacio Argueta, él es amigo de Salvador Góchez (presidente de PROESA y compadre de Bukele) y él le hizo llegar la carta al presidente”.
Conocí a Ramos mientras yo hacía una cobertura y él buscaba un hueso. Varios, de hecho: Ramos encontró pedazos de huesos y un vestido de niña en un terreno de su familia. Tras dar aviso a las autoridades, se activó un mecanismo judicial para realizar una inspección el 15 de febrero de 2019, al que vino la doctora Silvana Turner, una de las expertas del Equipo Argentino de Antropología Forense, que contribuyó a principios de los 90 a comenzar a desenterrar centenares de osamentas en El Mozote y otros cantones.
En julio pasado, Ramos compitió por una candidatura en el Parlamento Centroamericano (PARLACEN) en las elecciones internas de Nuevas Ideas, el partido dirigido por familiares y amigos de Bukele. Cuando le pregunté por su pertenencia a Nuevas Ideas, mintió:
—Usted compitió en las internas— le dije.
—No, fue otro compañero. Nosotros jamás hemos hablado de un partido político. Si yo anduviese en eso, a lo mejor andarían camisas de Nuevas Ideas. Ya tenemos que terminar el paradigma de una causa de la comunidad. No queremos que el dolor de mi papá y mis tíos sea un instrumento para pelear con candidaturas— respondió .
Pero Ramos sí ha hablado de un partido político y, de hecho, pidió el voto. El 4 de julio, Ramos publicó un video anunciando su candidatura y usó como fondo uno de los monumentos de la masacre en el caserío El Mozote.
Ramos conoce perfectamente la historia de la masacre pero ahora hace malabares para argumentar por qué Bukele se niega a abrir los archivos. “Yo sí creo que el presidente nos va a dar la copia de los archivos. Nosotros estamos presionando. Ya esperamos. Nos han dado paja por 30 años, ¿no vamos a esperar tres meses más?”, dijo. Ramos, hace dos años colaborador del proceso judicial, ahora dice que varios de los implicados en ese proceso obedecen a líneas políticas contra la estrella de su partido. “Cristosal (la organización en la que trabaja David Morales) perdió el objetivo y se volvió un instrumento político del FMLN. La Asociación de Víctimas la manipuló Cristosal”, aseguró.
En el intrincado panorama electoral salvadoreño, Ramos tiene argumentos fuertes. Leonel Tobar Claros, presidente de APDHEM, ganó el puesto de síndico por la alcaldía de Arambala en la elección interna de Arena. Henry Chicas, un miembro de APDHEM que ha trabajado en el juicio transportando a los testigos, es candidato del FMLN a la alcaldía de Perkín. “Esto es instrumental. Ellos siempre van con un objetivo, un interés político electoral”, dijo Ramos.
Desde APDHEM hay otra versión. Leonel Tobar dijo a El Faro que renunció de la candidatura de síndico el 12 de octubre y para probarlo envió al periódico una hoja de papel firmada, sin sello de recibido. En la mañana del 18 de diciembre, una empleada de la alcaldía de Arambala envió al periódico un listado del concejo que participa en elecciones, donde todavía aparece el nombre de Tobar. “Ver lo del partido este (Arena) sí es algo como contradictorio. Pero no estaba viendo algo del partido, sino del servicio a la comunidad”, explicó Tobar, sobre su afiliación a un partido que históricamente ha estado contra la justicia en El Mozote y en otros casos de la guerra. Por su parte, Chicas dijo que su labor de acompañamiento a la APDHEM es un tema separado de su candidatura en el municipio aledaño de Perkín. En la versión de ellos, la APDHEM fue excluida por sus protestas por la negativa de Bukele a abrir los archivos militares de la masacre, como lo prometió en noviembre de 2019.
El 14 de octubre, tras el fracaso de la inspección en la Brigada de Artillería de San Juan Opico, Tobar dijo a El Faro que personeros de gobierno que coordinaban la actividad, que finalmente se realizó en diciembre, le pidieron “que no sean tan pesados cuando vayan a decir los discursos y que dijéramos cosas que no son reales, como que el gobierno ha hecho algo cuando prácticamente no ha hecho nada”. Hubo una advertencia: “no vaya a ser que nos salgan con una sorpresita”, le dijo una empleada a Tobar. “En esos días estábamos con las inspecciones de los archivos militares. Las víctimas se sienten con un mal sabor de boca con los discursos y la forma de actuar del gobierno”, dijo Tobar.
En El Mozote, a dos meses y medio de las elecciones, los dedos acusadores se levantan pero el megáfono más grande lo tiene el presidente. La voz de las víctimas, en cambio, casi no se escucha.
Esperando al jefe
Este 17 de diciembre, los asistentes al discurso presidencial esperaron y esperaron. El evento estaba programado para las dos de la tarde, pero n o empezaría puntual, siguiendo los ritmos de este gobierno. A las 2:27, dos trabajadores desplegaban la alfombra azul en unas gradas sobre las que el presidente caminaría. A las 2:46, un trabajador limpió con un soplador de hojas el camino que el presidente iba a recorrer. A las 3:54, empleados de seguridad pusieron barandas metálicas en la calle por donde la caravana presidencial pasaría. A las 4:01, un empleado desinfectó el podio presidencial y, veinte minutos más tarde, otro midió con una cinta la distancia entre las cuatro sillas colocadas en el escenario. A las 4:42, dos helicópteros cruzaron el cielo y, finalmente, a las 4:51, una patrulla policial, cuatro camionetas negras, sin placas, y un pickup, trasladaron a Bukele desde el helicóptero hasta la escuela. Tras el evento, antes que los dejaran salir, las víctimas y los pobladores tuvieron que esperar de nuevo, esta vez hasta que se marchara la caravana.
Una espera de tres horas no es poca espera, pero las decenas de personas congregadas en la escuela no evidenciaron cansancio. Están acostumbradas a esperar. Desde la masacre, van ya 39 años. El caso judicial empezó, con la guerra aún abierta, en 1990. Pasó cuatro años avanzando a trompicones, contra la voluntad estatal, hasta 1993, cuando se cerró gracias a la ley de amnistía aprobada por la derecha legislativa. Sepultada la amnistía, el caso se reabrió en septiembre de 2016 y ha avanzado, contra la voluntad del Ejército, desde entonces, gracias al incansable trabajo de las organizaciones de víctimas, de un incansable juez que ha impulsado el proceso y ahora hasta de la Fiscalía. En septiembre, el juez Jorge Guzmán dijo a El Faro que la fase de Instrucción estaba completa a un 90 %. Es muy probable que el juicio llegue a su final en 2021, 40 años después del crimen.
Tras sentarse a oír el discurso del presidente, Sofía Romero volvió a su casa a atender el comedor que tiene. Mientras preparaba unos huevos con vegetales, Sofía recordó su conversación con dos personas: Salvador Gómez, el compadre del presidente, e Ignacio Argueta, en una versión que corrobora lo que dijo Florentín Ramos sobre la organización del evento. “Si supieran lo que esa gente me hizo a mí, le aseguro que no los debiera estar encubriendo”, les dijo Sofía entonces. Se requiere una explicación para dimensionar la fuerza de esa frase. Lo que esa gente le hizo: cinco soldados violaron a Sofía, meses antes de la masacre, por lo que huyó a San Miguel. Cuando ocurrió la masacre, solo sobrevivieron ella y dos de sus parientes. La mención al encubrimiento es porque Sofía sabe que el gobierno de Bukele ha negado los archivos y ha denostado al juez Guzmán, que la escuchó a ella contar su historia en el tribunal. Esa vez, los funcionarios de Bukele solo la escucharon. Pero cuando el presidente estuvo a la par suya no escuchó esta historia. Para cuando Sofía contó estas cosas, Bukele ya iba en helicóptero, de regreso hacia San Salvador.