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“Quien no se suba a este diálogo va a lamentar no haberlo hecho”
Por diplomacia y probablemente estrategia, el enviado especial de Naciones Unidas para El Salvador evita hacer un diagnóstico oscuro de la situación del país e insiste en que, frente a la polarización, la sociedad civil será clave para negociar acuerdos políticos de largo plazo. “El Salvador es mucho más que dos partidos políticos", dice. Más optimista que claro, cuando se le pregunta si el ambiente preelectoral de este año impedirá el diálogo, Benito Andión lanza un anzuelo a los líderes de los partidos: "El ejercicio va a salir bien", dice, y las candidaturas que la respalden "van a salir ganando".
Benito Andión Sancho arribó por primera vez a El Salvador en 1985. Tenía poco más de 30 años y había trabajado en el servicio diplomático de México en Japón (1976 -1977), India (1977-1978) y Kenia (1982-1985). Estuvo en El Salvador entre 1985 y 1988. Excomandantes de la guerrilla como Roberto Cañas o políticos al tanto del proceso de paz como Héctor Dada Hirezi cuentan que en aquellos años, alrededor de Andión, creció un mito: aquel joven diplomático salvó la vida de muchos heridos de la guerrilla y del ejército, sacándolos de los territorios en conflicto gracias a sus gestiones.
En 1992, Andión regresó al país convertido en embajador de México, tiempo en el que fue un personaje influyente para organizar encuentros entre las dos partes que apenas salían de la guerra. Mientra fue embajador (1992-1995), coordinó el apoyo de México a la misión de Naciones Unidas para el Proceso de Paz (Onusal). Después de El Salvador, fue embajador en Portugal e Israel.
Ahora, retirado, ha respondido a un llamado de las Naciones Unidas. En enero de 2017, el Secretario General de la ONU lo nombró como "facilitador del diálogo en El Salvador", con la tarea de lograr acuerdos de Estado en un país que, 25 años después de firmar unos acuerdos de paz considerados entonces de vanguardia, parece haber olvidado cómo dialogar. Viene a un El Salvador ya asentado totalmente en su nueva institucionalidad pero también con nuevas crisis: fiscal, política y de seguridad. Lo hace con el sombrero del Departamento de Asuntos Políticos de la ONU, una entidad que trabaja "en zonas de tensión de todo el mundo, mediante mandatos que ayuden a calmar la crisis o fomentar soluciones duraderas para los conflictos", según reza en la misión de dicha oficina.
De El Salvador de hoy, Andión dice: "Estamos mal pero no peor tan peor". Niega que el país se asome a un precipicio, pero no oculta que su misión es la respuesta a una alarma. "Yo no diría que el país está al borde de la crisis, pero vamos a prevenir el estallido social en la medida que lo salvadoreños lo quieran", explica.
Ante el desafío de lograr un acuerdo de largo plazo, insiste en lo obvio que es, al tiempo, tal vez lo más dificil en un país adicto a la polarización: "Lo primero es generar confianza", dice, y responde los primeros recelos, como el del presidente de Fusades, que dijo temer que se intente reformar la Constitución. Andión asegura que el diálogo que pretende propiciar no buscará acuerdos de esa envergadura.
Para esta entrevista, celebrada el miércoles 22 de febrero en San Salvador, se presentó en el lobby del hotel Sheraton Presidente en San Salvador puntual, a las 8 de la mañana, ataviado con un traje oscuro y una corbata cuyo estampado es el emblema de Naciones Unidas.
¿Qué dice de un país el hecho de que, 25 años después firmar de la paz, no se haya producido otro gran acuerdo entre sus principales actores?
Este país no es así: tiene acuerdos que han venido desarrollándose a lo largo de 25 años. Hay una Corte Suprema independiente que se está consolidando, que no existía hace 25 años. Ha habido cinco elecciones presidenciales sin violencia, con tranquilidad, aunque siempre en las elecciones haya disgustos, disconformidades, lo natural en el juego democrático. Hay otras instituciones que se han consolidado, otras que se crearon, y, es cierto, hay muchas que no despegaron como debieron o que no fueron previstas por los Acuerdos de Paz. Pero si bien hay mucho por hacer no podemos ser tan categóricos y decir que aquí no ha pasado nada. Estamos mal, pero no tan peor de como podríamos estar.
El Departamento de Asuntos Políticos ayuda, por definición, a países en crisis y donde hay visos de que esta va a aumentar.
Esa definición tiene una concepción mucho más amplia. La ONU, al igual que todas las instituciones, se reforma y vive a la actualidad. El secretario general entrante, Antonio Gutiérrez, ha estimado que la democracia preventiva es esencial para asegurar mínimas condiciones de crecimiento sostenido, para evitar llegar a una crisis en donde el país vaya al precipicio o se quede envuelto en un conflicto interno. Ese es el acento particular que se le quiere dar a la labor disuasiva y preventiva. Acá se ha demostrado que la institucionalidad de las fuerzas armadas, de la Policía Nacional Civil, en fin, son ganancias que hay que aquilatar y perfeccionar, pero yo no diría que esto está al borde de… No me parece tal. Vea usted otras instancias cercanas, cómo sí hay una gran fragilidad y una gran posibilidad de que las cosas lleguen a unos estadios… Acá no lo hay. Vamos a prevenir que eso suceda en la medida que los salvadoreños lo deseen y lo quieran.
Llega a un país en crisis fiscal, con un sistema de partidos en crisis, incapaz de ponerse de acuerdo en cosas básicas como el presupuesto general de la nación. Viene, además, a un país sumido en extrema violencia. Si los actores no se han puesto de acuerdo en medio del caos...
Venimos a tratar de que se pongan de acuerdo, pero no de acuerdo en lo coyuntural. Recordarán ustedes que el anuncio del presidente de la República fue que había invitado a la ONU a ayudarles a construir lo que él llamó en su momento, un nuevo proyecto de nación. En ese sentido fue que el secretario general de Naciones Unidas aceptó la invitación, no sin antes consultar al gobierno y las partes interesadas si era aceptable esta participación.
¿La misión busca entonces soluciones de largo plazo?
Si hay problemas como el asunto fiscal, esos son de resolución política, en ocasiones muy fácil para los que estamos fuera. Técnicamente eso es muy fácil de resolver. Técnicamente. Pero lo que mencionan es una crisis política y en política lo que busca el adversario es meterle el pie al otro para que caiga. Es natural, eso es la política, pero ese problema compete exclusivamente al Gobierno y al partido, y a la oposición. En estricta democracia es el gobierno y la oposición los que están en ese debate. El otro tema, el de la seguridad, es también un tema coyuntural. No es sencillo como el otro, evidentemente no lo es, pero El Salvador no es el único que lo sufre. Hay otros países en el vecindario que están igual o peor.
¿Cómo se condensa un acuerdo para erradicar la violencia?
De lo que se trata es de encontrarle a eso una solución inmediata, para que baje la presión de la violencia. No la va a hacer desaparecer, la violencia existe en todas partes, pero sí pueden atacar las causas que generaron esa violencia y tratar de modificarlas. Eso no se logra en lo inmediato, requiere de la remodelación, del repensamiento, de definir adónde quiere llegar el país y cómo quiere hacerlo.
El Salvador se está desangrando por el fenómeno de las pandillas, que controlan territorios, que se legitiman en esos territorios. ¿Tienen que participar las pandillas o alguna representación de las pandillas en una mesa que busque resolver el problema de la violencia?
Por supuesto que no. El marco de cualquier acuerdo de nación tiene que ser estrictamente jurídico. Vean cualquier instancia internacional, de cualquier país en que haya sucedido. Una cosa es un movimiento reivindicatorio, armado, beligerante, pero aquí por supuesto que legitimidad no tienen y participación política no es lo que quieren tener. Le corresponde a toda la sociedad hacer todo un replanteamiento sobre cómo quieren que funcione el estado salvadoreño, si quieren que la gente fuera de la ley sea parte del cauce democrático y que juegue un papel en el futuro de un país pues será una organización independiente. Quiero subrayar esto: Naciones Unidas se comporta y tiene autoridad moral porque actúa siempre conforme a derecho, conforme a los límites de la ley. Otra cuestión sería si en este caso la sociedad salvadoreña, el pueblo salvadoreño, la Asamblea Legislativa, quisieran dar alguna voz adicional a la que normalmente uno debe escuchar.
Cuando es la ausencia del Estado la que permite el actuar de las pandillas, ¿no es una prueba de que el Estado no basta y todos los involucrados en el problema deben participar de la solución?
No, lo que hay son unas condiciones socioeconómicas en un sector de la sociedad que vive en los márgenes de la pobreza, de la falta de oportunidades y de la falta de educación. Eso es lo que alimenta puntualmente a los grupos violentos. No es que sea culpa del Estado por estar ahí o por no estar. Lo que se necesita es enfocar políticas sociales que vayan a atender las causas que originan ese conflicto. Los jóvenes no se unen a las pandillas por gusto o moda. Se unen por necesidad o porque son forzados a hacerlo.
Le vi un gesto de desaprobación cuando mencionamos la legitimidad que se han ganado las pandillas a fuerza de presencia y violencia. Pero los dos grandes partidos políticos del país las han legitimado pactando con ellas, reconociéndolas como actor, a espaldas de la población.
Legitimidad implica estar dentro de la ley, y las pandillas están fuera de la ley. Si dijeran: mañana cesamos toda violencia, la extorsión, dejamos de lesionar a la sociedad y al sistema productivo, queremos ser escuchados y que nos den una oportunidad... Entonces podría considerarse que entren al esquema de la ley y puedan tener los derechos. Pero 'legítimidad'... No podemos usar la palabra.
¿Cómo le explicaría a un salvadoreño que gana salario mínimo, que no lee noticias ni los informes de organismos multilaterales, y que no está enterado de detalles políticos, para qué viene usted y de qué servirá su trabajo?
Le diría: "Yo vine a preguntarle a usted qué es lo que usted cree que le hace más falta. ¿Cuáles son sus problemas? ¿Cómo cree usted que el Estado puede ayudarle a superar la situación que a Usted lo pone en desventaja?" Si me dice "Pues mire, a mí me gustaría que cuando menos mis hijos pudieran ir a la escuela, y que yo tuviera un trabajo estable para poder ayudar a mi familia"... yo anoto, y voy con las partes, que deciden si es posible o no, si está en sus recursos o no, ayudarle.
Esas partes, en 25 años, no se han puesto de acuerdo para solucionar esos problemas.
En el momento en que aceptan la participación de Naciones Unidas aceptan un compromiso de ceder, de conversar. Si alguien hubiera estado convencido de que esto no funcionará, hubiera dicho: "¿A qué vienen? Mejor no vengan porque no voy a ceder. Yo de aquí no me muevo". Y no es el caso. Tras las consultas que hemos realizado en dos oportunidades —es ya casi un mes completo de consultas entre las dos visitas— vemos que en la gran mayoría de salvadoreños hay voluntad de dialogar para llegar a acuerdos y salir de esta crisis, y de replantear el camino para evitar que estas crisis sean recurrentes. La institucionalización, por ejemplo, de la insistencia natural que hay sobre el asunto fiscal... Los países resuelven eso con el tiempo. En Estados Unidos se ha llegado a parar el gobierno durante un mes por esa razón, y es el país más avanzado del mundo. La democracia así es. Ese es el debate político constante, que a veces toma carices de confrontación, de enemistad incluso.
¿Usted será el actor creíble para unos actores políticos que no creen en el otro?
Eso es justamente. soy el facilitador, el que acerca posiciones, el que sienta a la mesa, el que los mantiene sentados a ellos hasta que se pongan de acuerdo.
Se ha reunido con el presidente de la República, el presidente de la ANEP, el presidente de Arena, el coordinador general del FMLN... Las personas que deciden.
Los actores principales.
¿Qué tipo de acuerdos pueden alcanzar todos ellos?
Hemos hecho ya dos rondas con los partidos políticos. Hemos visitado el más amplio espectro de la sociedad representada, digamoslo así, como en el caso de la ANEP, a través de instituciones como Fusades, universidades, y personajes de influencia en este país que de alguna u otra forma tienen incidencia en las decisiones que habrán de tomarse. No se requiere ser un gran analista político para deducir que la cuestión social y económica priva en esto, y que se ve influída por la inseguridad, por el nivel de violencia.
Ponga un ejemplo.
Por ejemplo: un país que no crece no puede derramar, no puede proveer empleos ni retener a su fuerza laboral que ya ha sido capacitada. Lo triste es que se vayan chicos que ya han sido educados, que tengan que migrar por falta de oportunidades. La gente no solo huye por las guerras, como vemos en Siria o Libia, sino de las condiciones económicas y la falta de oportunidades que hacen que los jóvenes se tengan que ir a buscar mejores horizontes. ¿Terminar con eso qué requiere? Soluciones económicas, soluciones sociales.
¿Sugiere que de este diálogo puede salir una reforma fiscal?
Claro, de largo plazo, de largo plazo, no inmediatista. Eso se busca aquí: encontrar soluciones que se conviertan, en el mediano y largo plazo, en políticas de Estado.
¿Ese será entonces parte de su trabajo? ¿Alcanzar un acuerdo que incluya una reforma fiscal profunda?
Una reforma fiscal de largo plazo es útil, pero tiene que ir acompañada de otras reformas, porque el país no gira exclusivamente entorno al tema económico. Programas sociales y todo lo demás requieren de fondos, pero de lo que se trata es ponerse de acuerdo en cuál es el objetivo de país que se persigue: ¿queremos que siga siendo un país semiagrícola, incipientemente industrial, o queremos dirigir la economía a los servicios? Y por eso necesitaremos capacitar a la juventud, para cumplir el objetivo de ese acuerdo.
¿Hay ya temas concretos de discusión?
Definitivos, no.
La falta de definición en ese punto ha despertado algunas suspicacias. ¿Ha escuchado que se quiera reformar la constitución?
La constitución se reforma permanentemente. Pero hacer una reforma constitucional a partir de esto, no creo. Los acuerdos que se conseguirán no son de tal envergadura como para cambiar la Constitución. A lo mejor es necesario ajustar algún artículo, algún otro, pero reformar la constitución implica muchísimas cosas. Además, hay que tener mucho cuidado con la terminología, sobre todo cuando se trata de materia jurídica. La constitución se reforma permanentemente, es su carácter. Vean cuántos son los artículos que tenía la constitución del 83.
Al conocerse su nombramiento se comenzó a hablar de una reforma profunda, de una segunda ronda de los acuerdos de paz...
Una segunda ronda de los acuerdos de paz implicaría que vamos otra vez a pactar una paz, y no hay por qué; aquí no hay guerra. Son unos nuevos acuerdos para ir a un lugar mejor.
¿Esta instancia va a funcionar como el desaparecido Foro Económico y Social, que se dejó en el camino después de los Acuerdos de Paz?
No. Lo que vamos a hacer y tenemos que hacer es identificar en todos los ejercicios anteriores qué funcionó y qué no. Y, con eso, hacer una propuesta a las partes. En el corto plazo regresaremos a New York, haremos un repensamiento y reflexión sobre lo consultado y volveremos con una propuesta que ya previamente ha sido ventilada, para definir cómo se hará este diálogo. Serán los mismos actores los que piensen quiénes van a participar en el proceso, quiénes son los idóneos para que esto funcione.
El diálogo no ha comenzado todavía, entonces.
El hecho de que consultemos con las partes permanentemente es ya un mecanismo de diálogo, aunque aún no se sienten en la misma mesa.
Este año es preelectoral. En 2018 habrá elecciones legislativas y en 2019 presidenciales...
Y 2022 será también electoral, jajaja. Mire, creo que en El Salvador hay una voluntad auténtica de diálogo, de funcionar. Las elecciones van a influir, claro, pero también pueden ser una gran oportunidad para el proceso. Los partidos políticos inteligentes aprovechan este tipo de oportunidades, incluso para lograr ventajas electorales. Quien no se suba a este ejercicio, y este ejercicio va a salir bien, va a lamentar no haberlo hecho. Y las partes que lo hagan van a salir ganando.
Conoce a nuestros actores políticos desde hace años, y ya se reunió en dos rondas con las cúpulas de Arena, del FMLN, de los empresarios, del gobierno... ¿Cuál es el tema en el que encontrará más dificultades?
En principio, me parece que la recuperación de la confianza...
Entre las partes.
Entre todas las partes, no solamente entre los partidos. Porque aquí la atención está focalizada en el debate que tienen los dos grandes partidos. Pero insisto, El Salvador es mucho más que dos partidos políticos. Lo que necesitamos es regenerar en la gente el sentimiento de confianza entre la gente misma y hacia sus instituciones. El sistema político salvadoreño se bipolarizó, digámoslo así, a partir de los Acuerdos y los otros pequeños partidos han luchado, y siguen siendo una opción, porque la gente puede deslindarse de uno de los polos. Generar confianza es indispensable antes de definir los temas, porque en desconfianza lo que lograríamos sería evadir temas en los que puede haber acuerdo pero en los que alguna de las partes no quiera ceder.
Varios políticos afirman que lo que no se logró en 2016 difícilmente va lograrse en los cinco años venideros, por la tensión electoral. ¿Es posible un entendimiento en el plano inmediato?
Yo creo que sí. No venimos a mediar entre dos partidos políticos ni hacer que dialoguen solo los políticos. Venimos a impulsar un diálogo que genere un diagnóstico de la situación nacional, de cuáles son las aspiraciones en general de los salvadoreños y salvadoreñas, no nada más de los partidos políticos. Insisto otra vez: El Salvador es más que dos partidos políticos, es una sociedad que poco a poco se ha organizado. Hay una serie de entidades de la sociedad civil que tienen voz y que representan a buenos sectores de la sociedad. A ellos vamos a escucharlos. Y quiero subrayar, particularmente, a la juventud. La juventud es la que tiene que decidir su futuro, no los mayores, ni los partidos políticos. Vamos a buscar recoger las aspiraciones, las demandas de la juventud, analizarlas, incorporarlas a este diálogo, hacer ver a los partidos que los jóvenes son el futuro de El Salvador, no los partidos políticos. Ese es el objetivo.
El proceso de diálogo de El Salvador hasta llegar a la paz empezó en 1984 y culminó en 1992.
Estaban inmersos en una lucha armada.
¿Debemos esperar resultados en el largo plazo?
Básicamente. Y que encontremos, en el corto plazo, soluciones a aquellos temas que sean de mayor urgencia, de mayor interés. La agenda la van a definir todos los participantes, pero no se trata que yo la devele: la agenda está ahí, es muy sencilla.
Y qué pasa si yo, ciudadano, no creo a ningún partido político, ni al presidente de la ANEP, ni al resto de quienes se sentarán en la mesa de diálogo, porque todos me parecen desgastados o con poca credibilidad? ¿Quién va a representarme en esa mesa?
Si usted no tiene pertenencia a ningún conducto… Nos proponemos hacer algunas consultas focalizadas para recoger el sentimiento y la opinión de los salvadoreños en torno a los temas, para que esa opinión suya, que seguramente es acompañada por muchos, se traslade a los partidos políticos: "Mire, ojo, hay tal parte de la sociedad, de la juventud educada, que piensa que ustedes no son una opción para el futuro". O sea: "pónganse de acuerdo. Escuchen esas voces y encuentren una solución para ofrecer una opción nueva a aquellos que en el futuro van a ser los que se perjudiquen o se beneficien de los acuerdos que aquí deriven". Por eso es tan importante la consulta que haremos a los sectores que tengan que ver con los temas del acuerdo.
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